jueves, 29 de diciembre de 2022

EL OVNI

 

El fotógrafo lanza su red en el mar de la gran ciudad una noche de diciembre, en una calle atestada, en medio del tráfago de peatones, coches, autobuses y luces navideñas que dibujan en el cielo ángeles caídos. La pandemia que se abatió sobre el mundo las dos navidades anteriores ha propiciado esta explosión humana, este caos festivo, este florecimiento de los deseos reprimidos: salir de casa,  juntarse, celebrar, comprar. Piensa el fotógrafo que está bien que así sea, que la vida ha vuelto por sus fueros. La instantánea que ha tomado le parece vulgar pero es que la alegría tiene poco de original, se dice: 




Cuando llega a casa y revisa con detalle las imágenes en la pantalla más grande del ordenador, comprueba que ha capturado un objeto extraño, un artefacto que da a una de ellas una vaga apariencia de película de ciencia ficción distópica, una nave espacial venida no se sabe de qué lejano planeta.  Nadie, ni él al tomar la foto, ni ninguno de los transeúntes que se apiñan en las aceras ha reparado en ella. Pero está ahí, acechante, sobrevolando amenazadora la escena.

 



  

A veces, al recoger su red, el pescador encuentra en ella un monstruo inesperado.

sábado, 24 de diciembre de 2022

MALA HIERBA

  





—¡Fuera de aquí, intrusa!

—¡Especie invasora!

—¡Mala hierba!

—¡Y encima se cree superior!

—¡No durarás mucho aquí!

 

(Así fue recibido el nacimiento de esta plantita de dos hojas sobre el perfecto tapiz de césped artificial.)


martes, 20 de diciembre de 2022

NAVIDAD 22

 





Que el mundo siempre sea

una casa encendida,

con las puertas abiertas

donde quepamos todos,

que a todos nos acoja

sin importarle nunca

el color de los sueños

que sueñe cada uno,

que en cada estancia haya

un fuego chispeante

para vencer al frío,

un pedazo de pan

por si el hambre se acerca,

una lámpara clara

de luz hospitalaria

en medio de la noche

y un poco de ternura

encima de la mesa.

No dejemos que nadie

profane esta morada

con los zapatos sucios

que calza la codicia,

con las malas costumbres

de quien vive en las sombras,

con las falsas noticias

que inventa la ignorancia.

 

De nosotros depende

que el mundo siempre sea

una casa encendida,

con las puertas abiertas…

Y todo lo demás

que contiene un etcétera.


miércoles, 14 de diciembre de 2022

KEATS (II)

 




Tender is the night, (...)
But here there is no light.

John Keats, Oda a un ruiseñor.




No es difícil imaginar a John Keats escuchando el canto encantado del ruiseñor, una noche de verano, sentado en este diván, mientras a través de la ventana abierta le llega el aroma a hierba y flores del jardín de la casa de su amigo Charles Brown.

  




Otra versión menos idílica supone que el poema fue escrito en el Spaniards Inn, lugar que debió de frecuentar Keats en aquel breve tiempo en que la Poesía, el Amor y la Muerte rivalizaban en invitarlo a bailar su triple danza seductora y se aliaron para provocar en él una tormenta creativa que lo catapultó a la excelencia lírica.










Sea como fuere, en la calma de una casa de campo con vistas a un jardín o entre la algarabía compartida de una taberna, estos versos, como el canto de un ruiseñor atemporal, nacieron para desafiar al tiempo, para celebrar esa victoria siempre provisional de la vida sobre todas las potencias oscuras (llámense enfermedad, desamor o fracaso) que acechaban su endeble existencia.



Para escuchar Oda a un ruiseñor:

https://podcasts.apple.com/gb/podcast/oda-a-un-ruise%C3%B1or-de-john-keats/id1521284011?i=1000486802678



domingo, 11 de diciembre de 2022

KEATS (I)

 



"La vida no es más que un día; 

una frágil gota de rocío en su peligroso viaje

 desde la cima de un árbol."


                                (John Keats, poeta romántico inglés, 1795-1821)



Pero esa gota de rocío recibió el don de la conciencia de sí misma, de la excepcionalidad de su viaje; recibió la gracia de asombrarse con la belleza de la luz recién amanecida que la atraviesa y le arranca un arco iris. Esa gota sabe que su fragilidad es también su fortaleza y ruega al destino le tenga reservado el mejor de los finales: evaporarse con la tibieza de los rayos de un sol de primavera en el cáliz de una violeta silvestre para así convertirse en delicado perfume.



jueves, 8 de diciembre de 2022

EL CIELO

 

Nada más abandonar los ruidosos intestinos de la ciudad por las escaleras de la estación del metro, los viajeros miraban extasiados hacia el cielo artificial que de pronto se había desplegado sobre sus cabezas. Lo capturaban con las cámaras de sus móviles para poder compartir el prodigio.




 

Pero enseguida los copos de aquella nevada nocturna, las estrellas de aquella galaxia inesperada revelaron su verdadera naturaleza: un reclamo publicitario en fuga hacia el infinito.




martes, 29 de noviembre de 2022

HIMNOS

 

            —Este es un país de pacotilla. Una prueba evidente: nuestro himno no tiene letra. No sé si habrá un caso igual en el mundo.

            —Así los jugadores de la selección no se ven obligados a cantarlo: ponen cara de circunstancias, alzan los ojos al cielo o tararean, según les plazca,  bajo la vista escrutadora de medio país.

            —Y los escasos intentos de escribirle una letra han resultado deplorables.

            —Pues yo recuerdo la letra burlona que cantábamos de pequeños alusiva a Franco y a su culo blanco.

            —No, por Dios, no la interpretes, Nicanor, ahórranos el sonrojo.

            Ahí terció Afrodisio Cabal con el arrogante intento de levantar el nivel intelectual de la charla. Y pontificó de esta guisa:

            —Yo no veo el problema. Al contrario, somos unos pioneros. ¿Os habéis molestado en leer las letras de estos himnos? La mayoría son violentas, patrioteras, hinchadas de nefasto nacionalismo. Poesía de la peor ralea. El día en que los himnos no tengan letra habremos avanzado hacia la confederación universal. Las palabras separan. Y el día en que no haya ya himnos, la Música y la Solidaridad Internacional, estarán de enhorabuena.

            —¡Anda, que no queda!

            —Sí, pero en ello laboramos, que dijo el clásico.

 

miércoles, 23 de noviembre de 2022

LOS CIPRESES





Preocupados por la escasez de recursos hídricos, los planificadores de este parque a orillas de Mediterráneo recurrieron a especies de arraigada tradición, bien aclimatadas al terreno: olivos, palmeras, pinos, adelfas, cipreses. Pero una sequía severa y pertinaz se cebó con todos ellos, especialmente con los cipreses, muchos de los cuales hubieron de ser sacrificados; otros muchos, agostados, sufrirán pronto la misma suerte.

El ciprés, ese árbol espiritual, que entre nosotros ha pasado a asociarse a la muerte, pero que en otras culturas era símbolo de resistencia vital e inmortalidad, ofrece aquí una penosa estampa de desolación. Su propia muerte es la imagen más veraz del duelo.

No sabemos si estos cipreses creerán en Dios, como titulaba la novela de Gironella, pero habrían de ser muy estúpidos para no creer en la emergencia climática.




lunes, 21 de noviembre de 2022

BARCAS

 







¿Descansan? ¿Sueñan?

Quizás añoran

bailar sobre las olas,

sentir en el costado

el beso del peligro,

el oscuro presagio del naufragio.

Barcas varadas:

síndrome del ocaso.

lunes, 14 de noviembre de 2022

SUBJUNTIVO

«Nos preocupa, y con razón, la extinción de plantas o de animales. Pero, por deformación profesional, a mí me preocupa más la extinción del subjuntivo».

Así se expresaba un filólogo, buen observador de los usos lingüísticos, al comprobar cómo cada vez se usa menos el subjuntivo, el modo de lo simplemente probable o ya irreal, del deseo, de la incertidumbre. La marca de un lenguaje más matizado, más complejo, más profundo. El antídoto contra el contagio de una forma de expresión cada vez más plana y empobrecida.

He recordado esta afirmación pesimista del filólogo al escuchar a un vendedor de cupones: «A ver si hubiera suerte hoy». Se lo decía a la compradora, una madre joven -sin duda muy necesitada de un generoso golpe de suerte- que llevaba a su hija pequeña en un carrito de bebé de segunda mano. Ese «hubiera», en pretérito imperfecto de subjuntivo, me ha sonado clásico, sabio, muy hermoso; y me ha esperanzado respecto a la buena salud del idioma preservado en hablantes del pueblo. 

He aquí la sutil y honda formulación de un buen deseo, respetuosa con los caprichos del azar, casi como una oración a la diosa Fortuna, como corresponde a alguien que es su administrador cotidiano.

¡Ojalá hubiera muchos hablantes del idioma con la finura de este vendedor del cupón!


viernes, 11 de noviembre de 2022

LA RANA

 




Era el cuarto grupo del día, ya había oscurecido y las palabras de la guía sonaban cansadas, rutinarias.

—En un lugar de la portada hay una rana. La tradición dice que el estudiante que la encuentra aprueba sus exámenes…

Una mirada melancólica compartida recorre el grupo.

—Como no sea en las aulas de la tercera edad…

—O en la Universidad de la Experiencia.

Siempre hay algún gracioso, sobre todo si es un grupo de jubilados recientes. La guía esboza un amago de sonrisa y deja un tiempo para la búsqueda afanosa. Está de espaldas a la fachada, observando cómo los teléfonos móviles la fotografían y la alumbran. Podría describirla con los ojos cerrados, tantas veces ha repetido las mismas frases.

—A ver quién es el primero que la encuentra. Que me lo diga al oído. Le haremos la ola.

Pero ninguno da con en el dichoso batracio. «Hay que contar también con que es de noche y muchos de ellos no tienen buena vista», piensa.

—Os doy una pista: está sobre una calavera.

Pasa un rato. Ella continúa con las explicaciones —mitad historia, mitad leyenda— para darles tiempo. En vano. Nadie la encuentra.

—Yo veo la calavera, pero no la rana —afirma una mujer.

La guía se vuelve, impaciente y la busca ella misma. Pero la rana no está donde debiera. Ha saltado. Al fin y al cabo es una rana, y tantos siglos posada sobre el frío hueso de la calavera no hay quien los soporte, aunque una sea de piedra. Vaya usted a buscarla ahora en el abigarrado tapiz plateresco de la fachada. Quién sabe si está buscando un cráneo de verdad sobre el que posarse. El cráneo pelado de un jubilado. Quién sabe si se ha cansado de ser un misterioso símbolo y solo aspira a una charca tranquila donde humedecer su piel reseca de siglos y atormentada por los cantazos con que antaño los gitanillos armados de tirachinas -guías sin licencia- señalaban a los turistas su exacta ubicación.

Menos mal que en el grupo de jubilados nadie tiene ya que examinarse de nada.

—Ah, y no soy una rana. Soy un sapo —hubiera dicho el batracio si fuera un animal de fábula y el autor le hubiera dado el don del habla.








domingo, 6 de noviembre de 2022

LA PEONZA

 




La escena a la que asiste el ocioso curioso en el parque se diría planificada por un cineasta aprendiz. En el primer plano (exterior, día) aparece un niño de unos diez años sentado en un extremo del banco, abstraído. El mundo no existe para él, tan solo le interesa la batalla que libra en la pantalla de siete pulgadas del móvil: cualquier despiste le puede costar una vida.

Si abrimos el plano descubrimos a su padre: está jugando con una peonza. Se demora enrollando la cuerda alrededor del cuerpo de madera, sujetándola invertida en la mano y soltándola con diestra sacudida; finalmente, la recoge con cuidado del suelo para conseguir que termine su baile en la palma de la mano. Seguro que el cosquilleo de la punta de hierro sobre su piel guarda ese tacto punzante, agradablemente doloroso, de los recuerdos de infancia.

El ocioso curioso no puede evitar un pensamiento melancólico acerca de su propia niñez y de lo que él considera una degradación del juego: cuanto más sofisticado es el juguete menos espacio queda para la verdadera acción —la que implica todo el cuerpo— y para la imaginación. ¿Quién le enseñará a estos niños la poderosa belleza que reside en la sencillez? Menos mal, se consuela, que el padre no da la guerra por perdida y, a pesar de que su hijo ni se molesta en mirarlo de reojo, continúa con su labor, una y otra vez, con la esperanza de llegar a despertar su curiosidad.

Abramos un poco más el plano, hasta llegar casi al gran angular. Sobre el otro extremo del banco hay otro móvil sujeto en un pequeño trípode: está captando la imagen del padre y sus didácticas maniobras con la peonza. Pronto colgará en la Red su tutorial de cómo hacer bailar una peonza.

El ocioso paseante abandona la escena con el ánimo turbio y amostazado, avergonzado de su ingenuidad, tan impropia de los años que carga a las espaldas.



miércoles, 2 de noviembre de 2022

DÍA DE ÁNIMAS



En el viejo cementerio abandonado de la ermita, poseído por un furor grafómano que no respetó ningún espacio libre, el anónimo y paciente artista grabó en la piedra  su fúnebre lección de humilde filosofía, cobijada bajo el ingenuo símbolo de la calavera y condensada en tres tiempos verbales: No existía, he existido, ya no existo. 




sábado, 29 de octubre de 2022

RESILIENCIA

 



No se resigna a morir 

el viejo chopo, y talado 

se inventa otra existencia 

más modesta y más joven.



miércoles, 26 de octubre de 2022

HOJAS DE ÁLAMO

 





Tan parecidas 

a un corazón cansado:

hojas del álamo.

jueves, 20 de octubre de 2022

HOJAS ROJAS





"...Y entonces asistieron a un extraño fenómeno. Clavadas en una tierra empapada de sangre, las raíces de los árboles condujeron esa humana linfa hasta las hojas y nada pudo contra su ardiente color el verde de la clorofila..."

En Ucrania los árboles tienen las hojas rojas  aunque no sea otoño.

viernes, 14 de octubre de 2022

PATIO DE JUEGOS

 

Recostado contra el poste de la canasta, de cara al grato sol de octubre, el maestro de educación física observa a sus alumnos. Ha dividido al curso en dos grupos: unos son cazadores y otros animales: hay una jaula y una puerta pintadas con tiza en el suelo. El juego funciona solo, los niños se están implicando sin reservas como suelen hacerlo a esa edad y el maestro se deja acariciar por los rayos templados. Una cosa perturba mínimamente su placidez. Al fondo del patio Mateo da patadas a una pelota contra la pared: no está castigado, se ha negado a participar. «No quiero ser ni animal, ni cazador», ha objetado. Ha resultado imposible convencerlo.

«No lo entiendo: ni siquiera lo estoy obligando a jugar a guardias y ladrones, como cuando yo era niño. Ofendidito. Menos mal que me he traído las gafas, este sol sí que ofende la vista”, piensa el maestro.

lunes, 10 de octubre de 2022

OTOÑO PEQUEÑO

 











En las hojas rojizas

de los arbustos

muestra el otoño

el íntimo fulgor

de lo pequeño.

sábado, 8 de octubre de 2022

DULZOR

 




Los mirlos y las avispas aún no se lo creen. 

Este año los racimos han enverado, alcanzando el color de la madurez. Y las uvas -algo inaudito en estas altas tierras- tienen el grado exacto de dulzor que era una delicia solo disfrutada en el relato de quienes viven en otras latitudes. 

Así el cambio climático trata de ganar adeptos endulzando el desastre.

domingo, 2 de octubre de 2022

"LO COMPRO"

 

“Eso te lo compro”. “Eso otro no te lo compro”.

No estamos en un bazar, ni en un mercadillo persa, ni en el rastro. Es una tertulia televisiva y en plena —e impostada— refriega dialéctica alguno de los asistentes lanza estas frases que recientemente se han infiltrado en el lenguaje de los medios como una marca de estilo o una infección: sirven para mostrar acuerdo o desacuerdo con lo que ha dicho otro de estos prolíficos y ubicuos “todólogos”.

El lenguaje es sintomático y ahora todo está sometido a la tiranía del mercado y a la lógica de la compraventa. Las relaciones y afectos están mercantilizadas, el arte está mercantilizado, la medicina está mercantilizada, igual que la guerra, las materias primas o el periodismo. Así que no es de extrañar que  en este continuo trapicheo de palabras en que se han convertido muchos programas de televisión y radio, las ideas, los argumentos, las opiniones en lugar de aceptarse o rebatirse, en vez de suscribirlas o refutarlas se compren o no se compren. 

Lo que nunca se dice es el precio que se está dispuesto a pagar por ellas.   


miércoles, 28 de septiembre de 2022

MAESTRO CANTERO (II)

 



Unos me maldicen por réprobo y hereje, por haber traicionado la confianza de quien me contrató (mientras tanto se regodean en su concupiscencia).

Otros los contemplan como una reprensión de los pecados de la carne, sin poder evitar una llamarada obscena.

Y yo digo que son solo unas figuras talladas en la fría piedra de los capiteles. La virtud o el vicio son tan solo un velo que oscurece la mirada.

viernes, 23 de septiembre de 2022

ESTOS TIEMPOS

 

En su libreta de bolsillo, anota Mateo Ortiz fugaces reflexiones sobre el tiempo que le ha tocado vivir, que, cada vez más, siente que no es ya su tiempo:

—Si estamos construyendo este mundo sobre columnas de humo, ¿cómo pretenderemos que sea estable y duradero? Nos estamos condenando a la evanescencia.

—No sé si este es el final de una época. De lo que estoy seguro es de que es el final de mi época.

—Hasta hace unos años, los perpetradores de la realidad virtual estaban empeñados en imitar  la realidad auténtica. Hemos pasado esa pantalla (como dicen los jugadores de videojuegos): ahora es la realidad auténtica la que está imitando  la virtual.

—¿La verdad? La verdad moderna no es un cuadro acabado sino un mosaico hecho de teselas traídas de acá y de allá, sin orden ni concierto. O, si así lo preferís, una inmensa pantalla cambiante en la que cada pequeña porción de verdad tendría el tamaño de un píxel.

—Tantos satélites artificiales, nanosatélites y picosatélites orbitan en torno a la tierra que pronto no podremos ver ni la luna ni las estrellas.

martes, 20 de septiembre de 2022

LA REINA (II)

 


                                                                   (Charles Napier Hemy, Telling the bees)


Cumpliendo una muy antigua tradición, el colmenero real comunicó a las abejas la dolorosa noticia de la muerte de su ama y colocó crespones negros en las colmenas al tiempo que pronunciaba la fórmula ritual: “La reina ha muerto ¡Viva el rey!”

Se esperaba de ellas que elaboraran mucha cera con que fabricar velas para alumbrar la capilla ardiente y que la miel, mientras la reina estuviera de cuerpo presente, fuera turbia y amarga. Una vez acabado el duelo la miel habría de ser más dorada y  dulce que nunca para complacer al nuevo soberano.

Pero algo no marcha bien en el mundo de las abejas (la única sociedad conocida que siendo república tiene tantas reinas). El zángano encargado de bailar ante la abeja reina para trasmitirle la triste nueva recibió una respuesta insospechada:

—Cuando ellos guarden luto por tantas de nosotras muertas por su culpa haremos nosotras lo propio. Seguid a lo vuestro como si no hubiera pasado nada.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

LA REINA (I)

 

Su reinado fue el más dilatado que registran los anales y su muerte, cuando estaba cerca de llegar a centenaria, sorprendió a todo el mundo como solo puede sorprender la muerte de los inmortales. Tuvo unos funerales solemnes, envueltos en más pompa y circunstancia que los de un papa renacentista, y mojados por más lágrimas que las vertidas por un ídolo pop desaparecido en plena juventud. En su panegírico fúnebre se  escucharon alabanzas y elogios reservados a estadistas de talla universal.

Si alguien, mientras estuvo viva, le hubiera preguntado la fórmula de tan exitoso reinado, habría callado y sonreído mientras acariciaba a uno de sus corgis. Era su secreto mejor guardado: “Hablar poco y hacer menos”.

(Como era una mediocre lectora desconocía la frase fetiche de Bartleby el escribiente, “Preferiría no hacerlo”, que merecería figurar en su epitafio).

También por omisión se gana la posteridad.

martes, 13 de septiembre de 2022

LA CORDILLERA

 

—¿Para cuándo la próxima novela, maestro?

Tras unos comienzos fulgurantes (un libro de cuentos y una novela breve que habían deslumbrado por igual a crítica y lectores) el novelista no había publicado nada. Hacía de esto más de diez años y todos (público, periodistas y hasta la propia familia) insistían:

—¿Para cuándo la próxima?

A modo de indirecta, su agente, que conocía su rutina de escribir a mano, le regaló un cuaderno escolar numerado y rayado de cien páginas porque conocía también su talante de niño lacónico y albergaba además la oscura esperanza de que el cuaderno manuscrito le fuera legado tras la muerte del novelista.

—Gracias, pero las musas no saben de apremio —le aclaró el obsequiado.

Un buen día una periodista de provincias obtuvo una recompensa inesperada en forma de primicia:

—Ya tengo título. Se llamará La cordillera.

El mundillo literario se agitó: el maestro, en una de sus frecuentes boutades,  había sostenido que lo más difícil de escribir una novela era encontrar el título, lo demás venía rodado. Todos interpretaron que se había acabado la sequía, que el colosal obstáculo que separaba al maestro de su genio innato había sido removido.

Pasaron los años y el escritor murió sin volver a publicar. Las manos de su agente, convertida en albacea, temblaban cuando, entre los enseres del difunto, apareció el olvidado cuaderno. En la primera página destacaba rotulado el título, La cordillera, con la misma primorosa caligrafía de alumno de escuela rural con que había escrito en la última página Fin. En medio más de noventa páginas inmaculadas. 

'Su obra maestra', comentó un crítico mordaz al enterarse. 

lunes, 5 de septiembre de 2022

MAESTRO CANTERO (I)

 





Todo lo que le había quitado a la piedra para arrancarle esas formas que se negaba a darle aunque en ella estuvieran, esa materia sobrante (lascas, esquirlas, añicos) antes de desbastarla, abujardarla o pulirla para labrar sillares y capiteles o para esculpir ángeles, músicos, endriagos, pantocrátor... todo desembocaba en ese polvillo último que había ido respirando como quien aspira el humo del triunfo y que ahora, depositado en el fondo de sus pulmones llagados de cicatrices, le negaba el aire y la vida. 

La silicosis del cantero, la venganza definitiva de la piedra inerte y salvaje obligada a ser casa, templo, alegoría.


miércoles, 31 de agosto de 2022

PÁJARO TELEGRAFISTA

  

Quien tiene un jardín corre el peligro de entablar peregrinas relaciones con los pájaros: eso se  decía para justificar su extraña percepción.

En cuanto se sentaba a leer bajo el fresno el pájaro se llegaba a la copa y desde allí comenzaba su transmisión. Era un pájaro esbelto, delicado, no mayor que un gorrión pero mucho más estilizado. Su plumaje discreto, en tonos grises, tenía algo de elegante traje de ceremonia. Por mucho que buscó en guías ornitológicas no logró identificarlo. Quizá era un pájaro único, a un paso de ser imaginario. Lástima que el canto no le acompañara. Ni siquiera podría llamarse canto a esos sonidos que eran un tableteo, una serie de pulsos como de duras maderitas golpeadas, de finas castañuelas, casi con timbre metálico. Le recordaban a las señales emitidas por los viejos telégrafos. 

Estaba siendo un verano ardiente. La copa del fresno, otrora frondosa, raleaba y amarilleaba, anticipando un otoño mezquino.

A fuerza de oír y de tratar de entender algo, llegó a advertir una cadencia en los sonidos. El pájaro telegrafista emitía tres pulsaciones cortas, después tres largas y por último otras tres cortas: SOS.

sábado, 27 de agosto de 2022

PRIMER AMOR

 






Obnubilados

frente a las lentas aguas del crepúsculo:

Primer amor. 

¿Primer dolor?

miércoles, 24 de agosto de 2022

GAFAS DE SOL

 


Cuando el Ayuntamiento contrató al escultor para que colocara una de sus obras sobre el acantilado no se esperaba unas gafas, unas gafas enormes que parecían extraviadas allí por algún gigante despistado (aunque estaban junto al Cantábrico se descartó al ojáncano por tener un solo ojo, como Polifemo). 

Preguntado por la intencionalidad artística que había dirigido su creación, respecto a la que buena parte del Consistorio mostró extrañeza, cuando no rechazo, el escultor no dudó en su respuesta.

    -He pretendido subvertir la finalidad de un objeto tan cotidiano como son las gafas.

    Y ante la estupefacción de su auditorio concluyó:

    -Estas no son unas gafas para ver, sino para que te vean. En Instagram, claro.

    El tiempo pareció darle la razón. Eran muy pocos los visitantes que resistían la tentación de fotografiarse junto a ellas y compartir la instantánea: liliputienses necesitados de alguna grandeza.





sábado, 20 de agosto de 2022

INEXISTENCIA

 

«Me he vuelto invisible», se quejaba a veces, con mucha más frecuencia desde que se  había jubilado. Su lamento apenas ocultaba ese deseo, tan infantil, de llamar la atención, de que le hicieran un poco de caso.

Supo que la cosa iba en serio, que la metáfora se había vuelto realidad, una noche al entrar en el portal de su casa. La puerta automática no se abrió, no detectó su presencia. Tampoco los sensores que encendían las luces al paso de alguien funcionaron. Se movió como un poseso tratando de activar el mecanismo. Fue inútil. No se trataba de una avería. Hubo de aceptar, entre el terror y la resignación, que ya no era nadie, que acababa de ingresar en la inexistencia.

miércoles, 17 de agosto de 2022

FIEBRE

 

El tema obligado y siempre tan socorrido  de conversación en la tertulia era el tiempo, las sucesivas olas de calor, la sequía, los incendios, el calentamiento global. Pero en una reunión en la que quien más quien menos todos tienen su prurito de profundos, originales y metafísicos, la climatología siempre acaba siendo trascendida.

-El mundo está que arde.

-Ni que lo digas.

-Tanto calor produce fiebre.

-Y cuando sube la fiebre se llega a delirar.

-Ahí le has dado. Vivimos una época delirante. 

-La realidad es sustituida por las alucinaciones.

-Deliran los economistas.

-Deliran los guionistas de las series y películas.

-Deliran los terraplanistas.

-Deliran los negacionistas.

-Deliran los políticos.

-Deliran los científicos.

-Deliran los poetas.

-Bueno, es su oficio ¿no?

-Y lo peor de todo, con tanto calor, delira la gente común, nosotros incluidos.

-Se acabó la letanía. Camarero, ¡otra cerveza bien fría!

viernes, 12 de agosto de 2022

LA VENTANA

 




Siempre que pasaba junto al paredón del antiguo convento alzaba la vista hasta sus altas y estrechas ventanas y se preguntaba por la finalidad de esos pinchos erizados en las rejas. Tenían, ciertamente, un carácter disuasorio, defensivo, y quién sabe si simbólico, pero no acertaba a precisarlo. No podía  tratarse de esos dispositivos antipalomas que ahora se utilizan para impedir que se posen en los alféizares: difícil imaginar que entonces fueran una plaga mientras el hambre campaba a sus anchas. Su finalidad más evidente sería la de evitar que algún merodeador, curioso o galanteador acercara su rostro a ellas para privarle de alguna seráfica visión o algún beso robado a una novicia. La longitud del pincho, su estudiada distancia para separar dos rostros, parecía abonar esta hipótesis. Pero las ventanas así defendidas estaban a gran altura del suelo y como no se utilizara  una larga y peligrosa escala... Y  si se quería apartar a las monjas de la nostalgia y la tentación del mundo, ¿no hubiera resultado mucho más útil colocar los pinchos hacia dentro?

Jugueteando con estas conjeturas asomó a su mente una absurda sospecha: Los presos, los enclaustrados, somos los que estamos fuera y los pinchos nos impiden acercarnos y vislumbrar esa vida arcana, ese territorio de renuncia, de sombra, de paz y de silencio que se dilata en su interior. Como el alambre de espino o las concertinas que protegen y cierran el paso a un huerto, a un jardín, a un paraíso.


jueves, 4 de agosto de 2022

QUÉ VIDA

 

Recién llegado a la ciudad a la que había sido destinado se sorprendió por la fórmula de saludo que con frecuencia allí se usaba. Era lacónica ─como correspondía a un carácter de sobria precisión─ y se componía de dos palabras, «qué» y «vida», y unos imaginarios puntos suspensivos. La curva que debía matizar su entonación le resultaba misteriosa, algo que, dada su condición de profesor de Lengua, fue origen de curiosas lucubraciones.

Su primera interpretación, la mera pregunta cortés (¿Qué vida llevas?, a la que se le había suprimido el verbo) pronto se reveló poco satisfactoria. Pareciera mostrar cierta curiosidad excesiva pero quien preguntaba se marchaba sin esperar respuesta. Por si fuera poco, la cuestión en sí abría la inquietante conjetura de que tenemos a nuestra disposición varias posibles vidas paralelas y que nos instalamos ─no se sabe si por capricho o destino─ en una de ellas pero teniendo siempre en reserva las otras como quien tiene varios trajes en el armario.

La segunda posibilidad era la interjectiva, una especie de lamento ritual (¡Qué vida esta...!), muy en sintonía con la anodina existencia provinciana, y no abría un horizonte muy prometedor para sus próximos años de residencia en la ciudad. Claro que también pudiera ser exclamación de gozo, de asombro, de extática conformidad con el aquí y el ahora.

Aguzando el oído cada vez que la escuchaba, creyó descubrir sutilísimas diferencias de acento en los sucesivos hablantes y ello comportaba significativas variaciones en el ánimo y en el sentido.

Al fin, sobrepasado por tanta carga existencial sostenida en la frágil percha de tan breve enunciado, decidió para sus adentros utilizar a su favor las posibilidades que le ofrecía la prosodia de la lengua y se ejercitaba ─bien asimilados ya los usos y costumbres lingüísticas de sus conciudadanos─ en la curiosa y divertida tarea de combinar intenciones y entonaciones. Y cuando se cruzaba en la Calle Mayor con algún conocido, según el día y su humor cambiante,  se adelantaba a proferir una de ellas:

─¿Qué vida...?

─¡Qué vida...!

─¿¡Qué vida?!

─¡¿Qué vida?!

─¿Qué vida!

─¡Qué vida?

Por si acaso, nunca se esperaba a ver la reacción que sus alambicadas expresiones causaban en el pasmado interlocutor.


viernes, 29 de julio de 2022

OLA DE INCENDIOS

 






Un golpe de hacha o tres segundos de motosierra convierten a la rama en leña.

De la leña amontonada en haces abandonados a la llama, y de la llama voraz a la ceniza, en julio y con 39º a la sombra, la distancia es tan corta que el descuido, la imprudencia o la negrura de corazón amenazan al robledal,  aquejado de sequía,  que apenas se atreve a respirar por sus hojas y quisiera volverse invisible, deforestado como un desierto, para así conjurar y castigar a un tiempo la humana negligencia. 




miércoles, 20 de julio de 2022

CONTRA EL CRISTAL

 

Todas las mañanas, mientras desayunaba, el pájaro se apresuraba a completar el mismo rito: se posaba un momento en la rama del sauce, se revolvía inquieto, agitaba la cabeza como calibrando la densidad de la nueva luz ─esa luz niña que juega a los trampantojos─, revoloteaba en torno a la casa y finalmente se lanzaba furioso contra el cristal repetidas veces, repiqueteando hasta que, dolorido o cansado, lograba escapar a su obsesión.

Intrigado, se preguntaba qué menoscabado instinto impulsaba a aquel pajarillo ─no era un gorrión, de eso estaba seguro, era de las pocas especies que conocía─ a tratar de entrar en la habitación infligiéndose obcecadamente semejante daño.

¿Quería compartir su desayuno? Quizá llamaba su atención la apetitosa rebanada de hogaza.

¿Trataba de echarlo de la casa como si fuera un intruso? Bueno, algo de intruso sí tenía, había alquilado la casa en una plataforma de alquileres vacacionales. Pudiera ser que el pájaro considerara que estaba invadiendo su territorio.

¿Querría decirle algo? Había oído o leído que los muertos se reencarnan a veces y que un conocido político recibía mensajes de su antecesor y mesías. ¿La transmigración descendente de algún alma volandera en su anterior existencia humana? Era tan ridículo como escalofriante: cada poro de su piel se estaba erizando.

¿Un pájaro narciso que se mira constantemente en el cristal, siempre a esa misma hora en que la  inclinación de la luz lo convierte en espejo?

Hizo como hacemos todos ahora cuando tenemos una duda y queremos una respuesta tranquilizadora aunque sea poco fiable porque nos angustia nadar en la incertidumbre. Buscó en la Red y encontró la explicación de un ornitólogo a una historia similar a la suya. Allí estaba si no la respuesta, al menos una respuesta,  a la que él, en cierta forma, ya se había acercado en la última de sus conjeturas.

El pájaro se veía reflejado en el cristal y se figuraba que otro pájaro se acercaba a él con intención de agredirlo. De ahí su ferocidad al lanzarse contra la ventana.

"¡Pequeño sísifo alado!", filosofó. "Somos nuestro peor enemigo".

Al día siguiente abrió la ventana de par en par. Desconcertado, el pájaro penetró en la habitación, hizo un rápido giro y desapareció para siempre, quién sabe si aliviado o decepcionado.