viernes, 14 de octubre de 2022

PATIO DE JUEGOS

 

Recostado contra el poste de la canasta, de cara al grato sol de octubre, el maestro de educación física observa a sus alumnos. Ha dividido al curso en dos grupos: unos son cazadores y otros animales: hay una jaula y una puerta pintadas con tiza en el suelo. El juego funciona solo, los niños se están implicando sin reservas como suelen hacerlo a esa edad y el maestro se deja acariciar por los rayos templados. Una cosa perturba mínimamente su placidez. Al fondo del patio Mateo da patadas a una pelota contra la pared: no está castigado, se ha negado a participar. «No quiero ser ni animal, ni cazador», ha objetado. Ha resultado imposible convencerlo.

«No lo entiendo: ni siquiera lo estoy obligando a jugar a guardias y ladrones, como cuando yo era niño. Ofendidito. Menos mal que me he traído las gafas, este sol sí que ofende la vista”, piensa el maestro.

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