martes, 28 de julio de 2020

ENMASCARADOS



No soportamos el vacío de significado de la mascarilla. Somos animales significantes. Por ello, poco a poco está siendo transformada y si su uso se vuelve  permanente asistiremos a su evolución definitiva. Ya empieza a ser soporte de banderas, hay quien pinta sobre ella una sonrisa, o la fabrica con tela de camuflaje. Las hay de colores y estampados variados, adornadas con diversos materiales, con logos publicitarios o propaganda de partido político. 

Rehuimos la uniformidad y pronto servirá de escaparate para mostrar diferencias de  estatus, de clase, de ideología, de creencias, de estética. Toda una semiología de la mascarilla está al acecho. Nos aterra la sencillez estéril de un rectángulo de tela profiláctica que borra una parte de nuestro rostro y buscamos la manera de hacer de la ocultación revelación. Para muchos pasar desapercibido es lo más parecido a la inexistencia. 

Así debió de surgir la máscara en el primitivo teatro griego. Así el taparrabos superó su función original y se convirtió en moda.


                                                 (Afrodisio Aguado en su ensayo inconcluso "El caballo amarillo")

jueves, 23 de julio de 2020

EL NÚMERO










El tren se vio obligado a detenerse una horas, bajo un sol candente, mientras reparaban los desperfectos de la vía, atacada durante un bombardeo. En el vagón de madera era fácil creerse en alguno de los círculos del infierno, aprisionado entre una masa sudorosa de condenados tan andrajosos, malolientes y exhaustos como él. Un gesto de compasión, tan irreal que nunca llegó a estar seguro de que no fuera un espejismo producido por la debilidad, alivió un poco la atroz espera. Un guardián, en quien el hastío de su infame trabajo había derivado hacia la piedad, permitió que la hija del jefe de estación les fuera llevando desde la cantina agua en una garrafa de cristal. Además del agua, a él le regaló la flor tímida de una sonrisa leve.

Recuerda todo esto mientras le tatúan el número en el brazo. Algunos se empeñan en pensar que son las cifras de una sentencia a muerte, la identificación para una contabilidad del exterminio. Pero él está seguro de que es un número de teléfono, el de esa hermosa muchacha de la estación. Así, escrito en la piel, no se le va a olvidar y en cuanto salga del campo lo primero que hará será llamarla.

lunes, 20 de julio de 2020

LEONOR




El novio poeta ha abandonado la foto de boda  y ha cedido gentilmente su asiento a la anciana cansada. 


¿O es la misma Leonor desdoblada, proyectada en un futuro imposible, la que cuida su frágil respiración de tísica con una mascarilla?

viernes, 17 de julio de 2020

DULCAMARA





Hace algunos años, para mi uso y disfrute particular, abrí un archivo en mi ordenador al que titulé Palabras hermosas y donde durante algún tiempo, hasta que me venció la dejadez, empecé a coleccionar nombres de ciudades antiguas (Nínive), de pájaros (oropéndola, zunzuncito), de insectos (libélula), de plantas (nomeolvides), de fenómenos meteorológicos (algarazo, úrguras, regañón, carámbano) y otras muchas que por capricho, por misteriosas correspondencias, por su sonoridad, por sentirlas amenazadas o por cualquier otra circunstancia reclamaron mi atención.

La primera palabra que anoté fue dulcamara. Acababa de toparme con ella en un relato ("Luvina") de Rulfo: "... un viento que no  deja crecer ni a las dulcamaras, esas plantitas tristes que apenas pueden vivir un poco untadas a la tierra, agarradas con todas sus manos al despeñadero de los montes."

'Dulcamara': dulce y amarga. Uno de esos términos como 'agridulce', 'duermevela' 'claroscuro', 'tragicómico', 'barbilampiño', empeñados en conciliar los contrarios. Puro oxímoron. (Por cierto, 'oxímoron' es un oxímoron, pues una parte significa en griego 'aguzado', 'punzante' y la otra 'romo').

El otro día esta palabra vino a verme. En una franja descuidada del jardín, donde medran a su antojo las plantas, me llamaron la atención unas flores desconocidas y unos frutillos verdes. Indagué a partir de una fotografía y, para mi sorpresa, me di de bruces con una dulcamara. ¿Cómo había llegado hasta allí? Justamente un año antes estaba releyendo 'Pedro Páramo'. Quizá un zorzal descargó allí la semilla y mientras yo revisitaba Comala  me trajo ese recuerdo desde las regiones del mito.

Dulcamara, también llamada 'amaradulce', 'amargamiel', 'matagallinas', 'uvas del diablo'.

Debería esperar a que los frutos maduraran y comprobar si el nombre es apropiado, sin en la boca se destilan los jugos opuestos de la miel y de la hiel. Pero la planta, toda ella, es venenosa. Menos para algunos pájaros. Quizá el vuelo protege del tóxico, pero la hermosura de la palabra es compatible con el veneno.





martes, 14 de julio de 2020

IMÁGENES DE TORMENTA


Los negros garabatos de los buitres trazan sus círculos sobre el botín siniestro de alguna carroña:




La silueta de un pájaro solitario -¿pensativo?-  y su sombra contra el suelo mojado:





Dentro del fanal de la lluvia, a través del cristal de la ventana, la rosa blanca se desdibuja:




 La misma rosa de antes -solo ha cambiado el punto de enfoque- se vuelve astro, esencia de luz:



Imágenes que nos regala una tarde de lluvia.

sábado, 11 de julio de 2020

CORONACUENTOS (17): UCI




Cuando abandonó la UCI entre inesperados aplausos comprobó que se le habían olvidado muchas cosas. Se vio a sí mismo como un recién nacido, pero con la desventaja de ser consciente de todo lo que debería volver a aprender. Le costaba andar, tragar le resultaba dificultoso, tenía muchas lagunas en la memoria, la espalda en carne viva y la penosa sensación de que lo habían metido en un saco y durante dos meses, medio asfixiado, medio a oscuras, había tenido que soportar una inacabable tunda de golpes propinada por una pandilla de sádicos.

A cambio, había descubierto algunas cosas. Ahora sabía cómo hablarle a la muerte en su propio idioma, de tú a tú. Y, cada vez que respiraba, el aire le sabía a pura vida y gozaba con la certeza de  estar asistiendo a un milagro repetido.

sábado, 4 de julio de 2020

HORMIGAS










Atraviesan el camino en irregular formación, obedeciendo a un mandato inexcusable escrito quizá en el idioma del olor. De vez en cuando algo o alguien aplasta a una sección de la tropa. Unos momentos de confusión tras la catástrofe y la caravana se repone con nuevas unidades de refresco. En el cerebro colectivo no hay resquicio para la duda.

Nosotros lo llamamos rueda o zapato, hombre o tractor o bicicleta. Y despreciamos su ignorancia. Ellas, mucho más antiguas, como en los viejas tragedias clásicas, lo llaman deber, fatalidad. Destino.

Nos sobrevivirán.



jueves, 2 de julio de 2020

UNA CALLE











El fotógrafo buscaba la simetría, ese punto de fuga hacia la negrura que las farolas dibujaban: un  nocturno de calle provinciana, los brillos acharolados de la luz en el adoquinado, la arborescencia de relámpago en el ramaje desnudo de los tilos, una cuna de piedra vieja para mecer el silencio. 

Solo después, cuando observó la foto en casa, como le ocurría muchas veces, descubrió esos mensajes sutiles que el azar va desperdigando en su oficio de poeta despistado. A un lado, la sombra de una mujer hablando por el móvil; más adelante una pareja se agarra de la mano. Y al otro lado, un hombre, también conectado a su teléfono y más adelante otra pareja de la mano. 

Seis personas distribuidas en un orden espontáneo, un simulacro de equilibrio en la inestable coreografía de una noche, en la lucha constante contra la soledad. Un alfiler clavado en las alas del instante que vuela -mariposa en blanco y negro- para sumarla al álbum del tiempo recordado.