martes, 28 de julio de 2020

ENMASCARADOS



No soportamos el vacío de significado de la mascarilla. Somos animales significantes. Por ello, poco a poco está siendo transformada y si su uso se vuelve  permanente asistiremos a su evolución definitiva. Ya empieza a ser soporte de banderas, hay quien pinta sobre ella una sonrisa, o la fabrica con tela de camuflaje. Las hay de colores y estampados variados, adornadas con diversos materiales, con logos publicitarios o propaganda de partido político. 

Rehuimos la uniformidad y pronto servirá de escaparate para mostrar diferencias de  estatus, de clase, de ideología, de creencias, de estética. Toda una semiología de la mascarilla está al acecho. Nos aterra la sencillez estéril de un rectángulo de tela profiláctica que borra una parte de nuestro rostro y buscamos la manera de hacer de la ocultación revelación. Para muchos pasar desapercibido es lo más parecido a la inexistencia. 

Así debió de surgir la máscara en el primitivo teatro griego. Así el taparrabos superó su función original y se convirtió en moda.


                                                 (Afrodisio Aguado en su ensayo inconcluso "El caballo amarillo")

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