No soportamos el vacío de significado de la
mascarilla. Somos animales significantes. Por ello, poco a poco está siendo
transformada y si su uso se vuelve
permanente asistiremos a su evolución definitiva. Ya empieza a ser soporte de
banderas, hay quien pinta sobre ella una sonrisa, o la fabrica con tela de
camuflaje. Las hay de colores y estampados variados, adornadas con diversos
materiales, con logos publicitarios o propaganda de partido político.
Rehuimos
la uniformidad y pronto servirá de escaparate para mostrar diferencias de estatus, de clase, de ideología, de creencias, de estética. Toda una semiología de la mascarilla está al
acecho. Nos aterra la sencillez estéril de un rectángulo de tela profiláctica
que borra una parte de nuestro rostro y buscamos la manera de hacer de la ocultación
revelación. Para muchos pasar desapercibido es lo más parecido a la inexistencia.
Así debió de surgir la máscara en el primitivo teatro griego. Así
el taparrabos superó su función original y se convirtió en moda.
(Afrodisio Aguado en su ensayo inconcluso "El caballo amarillo")
No hay comentarios:
Publicar un comentario