jueves, 29 de julio de 2021

EL INVENTOR QUE ENSEÑÓ AL RÍO A ESCRIBIR POESÍA

 

 


El titular que el poeta aficionado acababa de leer en el periódico despertó su curiosidad, como debe hacer todo buen titular.

Matteo Loglio, un joven experto en aplicaciones de IA (inteligencia artificial) había diseñado una boya llena de sensores que, lanzada a la corriente, traducía los datos ambientales en palabras y frases hasta componer un poema.  ¡Un río que escribe poesía! Fascinante. No sabía si era una buena o una pésima noticia.

Después de pensar un rato y tras conocer el primer resultado de tan novedosa experiencia ─un mediocre poema infestado de obviedades y tópicos─ concluyó que, pese a su buena intención, el invento era una más de esas herramientas digitales que idiotizan nuestra existencia. ¿Acaso el río, los ríos no han escrito siempre poesía en su idioma de agua y viento, con su música y sus susurros, sus irisaciones, su estruendo de catarata, su oleaje palpitante, su prisa y su calma, sus violentas crecidas, su flora y su fauna, sus diálogos con los árboles de la orilla y los melancólicos paseantes, su fluir inapelable hacia el mar? Poesía de torrente, de rápido, de garganta, de remanso, de meandro, de desfiladero, de delta, de estuario. Poesía sentenciosa y metafísica, la más sencilla y perfecta metáfora del tiempo, la materia prima de cualquier poema.

Sí, los ríos siempre han escrito poesía. No les hacen falta boyas ni inteligencia artificial. Lo que ocurre es que la mayoría de nosotros no nos paramos a escucharla.

El poeta respiró un poco más tranquilo, como si se hubiera producido un aplazamiento en la llegada inevitable del día en que las máquinas darían con el secreto de escribir buenos poemas.

viernes, 23 de julio de 2021

AIRE PURO

  






Así se la encontró, en la subida al monte, al borde del camino, cuidadosamente colgada de una ramita de la sabina. Eran los momentos más duros de la pandemia. Pensó que no se hallaba ante algo fortuito, que no se trataba de una pérdida sino de un abandono intencionado, de una liberación conseguida a base de esfuerzo. Que quien la había dejado allí deseaba que se supiese y que se convirtiese en signo de algo. Tal vez había tomado la decisión de no bajar nunca más a la llanura, donde todos los males son posibles.

Así es el fotógrafo aficionado, dispuesto siempre a descubrir un sentido donde quizá no haya más que azar. Y a fuerza de darle vueltas encontró tres buenas razones, que tenían que ver con el lugar de tan nimio hallazgo. 

Arriba, en todo lo alto, hay menos oxígeno (1), hay menos gente (2) y el aire es más puro (3). Escasez, soledad y pureza, tres buenas razones para prescindir de la mascarilla. Y el fotógrafo se sonrió orgulloso como si hubiera descifrado un enigma, como si acabara de construir tres pilares sobre los que sostener una nueva forma de vida.





martes, 20 de julio de 2021

LOS COLORES DEL PÁRAMO

 






Las flores que convienen

a la extensión desolada del páramo:

la cárdena del brezo,

la rosa desvaída del ocaso.






sábado, 17 de julio de 2021

TURISMO ESPACIAL

 


"A algunos les pesa tanto el cuerpo -que es el peso mismo de la vida- que están dispuestos a pagar una millonada por unos pocos minutos de ingravidez."

                                                                  (A. Cabal)

miércoles, 14 de julio de 2021

CORONACUENTOS (32): ALFA Y OMEGA

 

Cuando llegó a la última letra del alfabeto apenas se reconocía.

¿Qué había sido de Alfa, aquel joven ambicioso que venía dispuesto a comerse el mundo, a llevarse por delante  todo lo que se interpusiera en su camino? Ahora se había acomodado, confraternizaba con sus anfitriones y  ya no asustaba ni a los ancianos de las residencias. Estaba cansado de rodar y de mutar,  y le tocaba llamarse Omega, de modo que era el momento de la irrelevancia, de aceptar que había llegado el final de su relato.


domingo, 11 de julio de 2021

DEDALERA



Igual que la tristeza 

la dedalera

enlentece el latido

del corazón.


jueves, 8 de julio de 2021

EL GORRIÓN

 


La bandada se había congregado en la copa del plátano de sombra. Eran numerosos pero había sitio para todos en su ramaje abierto y denso de árbol al que no le faltaban ni el agua ni la buena tierra. El momento lo merecía: había regresado el hijo pródigo.

─¿Dónde has estado? ─le preguntaron.

─En el país de los jilgueros ─respondió.

Abrieron los picos para dejar escapar el asombro que se les había formado dentro como una bola de pan duro. Algunos comenzaron a chiar con voz monocorde e irritada.

─¡Silencio! ─exigió su madre─ Dejad que se explique.

─Quería aprender, por eso me fui.

─¿Y qué has aprendido, aparte de esos colorines horribles con los que te has teñido las plumas?

Por toda respuesta, el joven gorrión empezó a cantar. Sus trinos dibujaron un arcoíris de arpegios y esparcieron en el aire sucio del paseo notas de silvestre melancolía. 

─¡Basta, basta! ¡Traidor! ¡Qué te has creído! ¡Nos avergüenzas! ─menudearon los insultos, mientras algunos se lanzaban a picotazos contra él.

─Dejadlo ─ordenó el más viejo, un pardal de plumaje renegrido por el humo de las calefacciones. Y la bandada se dispersó como a toque de silbato.

Antes de que la punzada dolorosa de su futura soledad  empezara a atravesarle la garganta, el joven gorrión aún tuvo tiempo de escuchar:

─¡Acabarás en una jaula, como todos los de tu especie!

domingo, 4 de julio de 2021

LA FIRMA

   


En las eternas, tediosas tardes de clases teóricas en la Academia Militar, mientras el coronel instructor se extasiaba comentando los movimientos tácticos de Aníbal o Napoleón, mientras se extendía en glosar los principios básicos del arte de la guerra según Sun Tzu o Clausewitz, el cadete garabateaba una y otra vez en los márgenes de su cuaderno de apuntes los esbozos de la rúbrica que habría de adornar su futura firma. Buscaba un dibujo de rasgos  aristocráticos y afiligranados pero sin incurrir en el odioso amaneramiento, unos trazos capaces de ocultar las vergüenzas de sus orígenes y de proyectar la ambiciosa parábola de su destino. Se comportaba como tantos adolescentes en busca de identidad, enfrentados a esa trascendental empresa de dar forma definitiva a los signos que habrán de representarlos durante el resto de su vida.

Entonces no lo sabía ─¿o quizá ya lo intuía?─ pero aquel entrenamiento concienzudo habría de serle muy necesario cuando, ya anciano y aquejado de párkinson, tuviera que rubricar con trazos primorosos y todavía firmes sus últimas sentencias de muerte.


jueves, 1 de julio de 2021

TUTORES Y TUTORIALES

 








Los hay para todo y para todos. 

La Red está plagada de tutoriales que resuelven todas nuestras dudas. Una enciclopedia de saberes prácticos al alcance de cualquiera. Con ellos lo mismo puedes aprender a fabricar una bomba que a  realizar arreglos florales según el arte japonés del ikebana; a bordar en punto de cruz o a hacerte el nudo de la corbata; a educar a tu perrito para que haga sus necesidades adecuadamente, a construir una falsa pared, a injertar frutales, a dar tu primer beso de amor, a cocinar bacalao al pil-pil, a tocar el fliscorno o a meditar. Nada escapa a la sabiduría mostrenca que pulula por internet. Seguro que algún atrevido habrá colgado algún tutorial para aprender a vivir, aunque me temo que la vida es un regalo en el que se olvidaron de incluir el libro de instrucciones.

La etimología de esta palabra nos remite a 'tutor', término de rancio abolengo. Si le preguntamos a un educador por su significado nos respondería que es la persona que ejerce la tutela o que se encarga de orientar a los alumnos. El asunto cambiaría mucho si el interrogado fuera un hortelano. En este campo estaríamos hablando de una vara, palo, caña o estaca clavada junto a una planta para mantenerla derecha. Y si consultamos a un profesor de literatura amante de la horticultura, no tardaría en advertir la metáfora: en ambos casos se trata de ayudar a crecer para mejor dar fruto. Y en ambos casos el/la/lo tutorado suele llegar a ser más alto que el tutor.

Para rizar el rizo, anotemos que también hay tutoriales de cómo ser un buen tutor en once pasos y de cómo colocar bien los tutores de los tomates. Y hasta de cómo hacer un buen tutorial. ¡Viva el metatutorial!


(Por cierto, al fotógrafo horticultor no le vendría mal un tutorial de cómo "entutorar" los fréjoles: se le han desmandado).