viernes, 29 de mayo de 2020

CORONACUENTOS (13): LA ESCAPADA




-No cruces la frontera negra -le advertía su madre desde siempre.

Pero era joven, y curioso. Un explorador. Estaba aburrido de vivir siempre oculto entre árboles y matorrales. El bosque le parecía una cárcel.

Un anochecer extrañamente silencioso traspasó la línea sin encontrarse con ninguna de aquellas terribles fieras mecánicas de ojos encendidos que destrozaban a quien se cruzara en su marcha. Llegó a la ciudad, con la que tantas veces había soñado. No le pareció peligrosa. Las calles estaban vacías, como recién abandonadas.  Bajo la luz de las farolas, los parques fingían ser hermosos bosques en miniatura. Bebió de una fuente. Se vio, por primera vez, en el espejo de un escaparate. Se asustó de sí mismo, al principio; luego se gustó: su esbelta silueta, su pelaje reluciente, sus ojos bondadosos. El césped tenía un sabor pálido a hierba desganada. Notó que desde las ventanas se asomaban  y apuntaban hacia él pequeños aparatos. Se supo observado. Olfateaba en el aire una amenaza postergada y un miedo indefinible debilitaba sus pasos que resonaban huecos sobre el pavimento.

Cuando regresó de su excursión todos quisieron saber.

-No es para tanto -fanfarroneó-. Creo que me han disparado pero no siento ninguna herida. Volveré.

El joven corzo no podía dejar de pensar en sus pezuñas, doloridas de chocar contra el duro asfalto.

sábado, 23 de mayo de 2020

CORONACUENTOS (12): LAS MANOS SUCIAS





Últimamente tenía  la impresión de que sus manos estaban siempre sucias, contaminadas, a pesar de que se las lavaba con mucha frecuencia. La sensación de limpieza le duraba poco tiempo, cada vez menos. 

Pero lo peor estaba por llegar. Todo lo que tocaba -la manilla de una puerta, un vaso, las llaves, la piel de su mujer- podría contagiarlo. El libro que estaba leyendo, sacado de la biblioteca pública, también. A saber cuántas y qué sucias manos habrían pasado sus páginas. Lo cerró, aprensivo, y fue corriendo al lavabo. 

Levantó la palanca del grifo. Se enjabonó a conciencia y dejó que el chorro refrescante se deslizara sobre la piel llevándose los gérmenes. Se demoró mirando las pompas de la espuma que se resistían a desaparecer por el desagüe. Cuando cerraba el grifo lo asaltó una certeza: la palanca debía de estar forzosamente contaminada porque no hacía ni un minuto que él la había tocado con sus manos sucias para abrirlo. Volvió a levantar la palanca, se lavó de nuevo y al ir a cortar el agua volvió a tropezar con la misma sospecha. Y allí sigue, prisionero en el bucle, lavándose y ensuciándose, cerrando y abriendo el grifo, incapaz de lograr la perfecta pureza.

jueves, 21 de mayo de 2020

EL GRAN CAMBIO




        "¿Qué creéis que habrá cambiado cuando vuelva la normalidad?" Esta era la pregunta que Aguado había lanzado a sus compañeros de tertulia -ahora indefinidamente aplazada- a través del grupo de guasap. Le llovieron las respuestas. Sintetizando y entresacando, esta fue la cosecha:

            -Seremos más solidarios.
            -Habremos aprendido a esperar, habremos aprendido a desear.
            -Valoraremos más las cosas pequeñas, las cosas cotidianas, todo lo que damos por supuesto.
            -Aumentarán los divorcios.
            -Los padres conocerán mejor a sus hijos y viceversa.
            -Habrá más inversiones en sanidad e investigación.
            -Desarrollaremos miedo al otro. Nos volveremos desconfiados.
            -Saldremos unidos de esta.
            -Sentiremos la necesidad de abrazarnos.
            -No volverá la normalidad. Nos quedaremos instalados en una anormalidad crónica.
            -Nos tomaremos las cervezas separados por un cristal.
            -Se forrarán los de siempre; pagarán el pato los de siempre.
            -La naturaleza agradecerá esta tregua.
            -La neurosis de limpieza hará estragos.
            -Sonreiremos con los ojos.
            -La imparable tendencia a la realidad virtual se verá fortalecida.
            -Nada volverá a ser lo mismo: la pandemia lo ha cambiado todo.
            -Se abrirán paso una nueva economía, una nueva política, una nueva cultura.
            -Paisaje después de la batalla: ruina económica y muerte.
            ...
            Y así, según el talante de cada cual, las conjeturas optimistas  y las trágicas se sucedían, contradictorias y casi todas previsibles. Se preguntaba Aguado cómo un mismo hecho podía provocar interpretaciones tan dispares. En su opinión, poco o nada iba a cambiar, la materia prima de que el ser humano está fabricado, aunque nos empeñemos en imaginarla de barro, se resiste a ser modelada y, tras la presión, regresa a su forma antigua. Por ello, si tuviera que quedarse con alguna de las aportaciones de sus amigos, destacaría la de Delgado, siempre escéptico:

            "Demasiada responsabilidad de cambio estamos depositando en un bichito tan pequeño. No creo que sus espaldas aguanten el peso del mundo. Habría que preguntarle a él."

lunes, 18 de mayo de 2020

LA DISTANCIA









Recién resucitado -y se supone que liberado de las impurezas de la existencia carnal- Cristo advierte a María Magdalena -encarnación de un pasado de pecado-: Noli me tangere ("No me toques"). La iconografía cristiana, como en este cuadro de Correggio, convirtió la escena en tópico, con esa composición en diagonal y ese gesto tan expresivo de apartamiento.

El miedo al contacto, la prevención ante la posibilidad de ser contagiado (¡cuidado con los asintomáticos!), nos han vuelto desconfiados y desde todas las instancias se nos aconseja guardar la debida separación del otro con una expresión que en sí misma parece un oxímoron: distancia social. 

No sabemos si esta llamada al alejamiento será transitoria o acabará modificando nuestras costumbres para hacernos adoptar una burbuja de aislamiento más propia de otras culturas. Mientras tanto, parecemos condenados a repetir a diestro y siniestro: Noli me tangere

jueves, 14 de mayo de 2020

CORONACUENTOS (11): LAS 8 EN PUNTO



Todos los días, al sonar las ocho, abandonaba lo que estuviera haciendo y salía al balcón a aplaudir. 
Dieron en llamarla la loca de las ocho en punto. 

(Lejos quedaban aquellos días en que el patio restallaba de aplausos como si fuera un teatro, pero ella se negaba a aceptar que el agradecimiento tuviera fecha de caducidad. No quería contribuir al olvido, esa forma de ingratitud.)

lunes, 11 de mayo de 2020

EL VILANO Y EL VILLANO














La misma geometría esférica. Los mismos filamentos prestos a clavarse a la menor oportunidad. Las mismas estrategias aéreas de propagación. Tanto nos obsesiona el virus que vemos su imagen en cualquier sitio, como en este inocente vilano de diente de león. 

Y luego está esa tendencia infantil a jugar con las palabras. Y así, 'vilano'  nos lleva a 'villano', que por peyorativo deslizamiento ha pasado de significar 'habitante de una villa, de una población de cierta importancia' a 'persona ruin, que provoca el mal'. El villano es todo lo contrario al héroe. En este relato trágico que estamos viviendo el papel de héroes está muy bien representado y el de villano por antonomasia también: el coronavirus, ese  microscópico patógeno que ha puesto patas arriba nuestra realidad cotidiana.

El vilano y el villano: tan cerca, tan lejos. 

viernes, 8 de mayo de 2020

LIRIOS Y LILAS










Tras cincuenta días de ausencia obligatoria, volvió al jardín. Ya había pasado el tiempo de la flor en los narcisos, los tulipanes, los ciruelos. No habían tenido el detalle de esperar. Siempre nos inquieta que las cosas ocurran sin nosotros. En cambio, el fotógrafo se llevó una muy grata sorpresa. Todos los años aguardaba impaciente que el lilo blanco trasplantado y los lirios morados florecieran. Escrutaba los signos que preceden a la explosión de sus colores. Pero sus esperanzas se veían frustradas, como si una maldición hubiera caído sobre aquellas plantas. 

Este año ha sido diferente: el  pequeño lilo está espléndido, con sus racimos de florecillas blancas y perfumadas. Y las varas de los lirios oscilan levemente en el aire de mayo mostrando sus hermosos labios lacios.

El fotógrafo empieza a sospechar que era su ansiedad -esa enfermedad que solo al hombre aflige- la que impedía que el lilo blanco y los lirios morados -como tantas otras cosas- florecieran.







miércoles, 6 de mayo de 2020

CORONACUENTOS (10): EL NÁUFRAGO



Decidió no cortarse el pelo ni afeitarse mientras durase la cuarentena. Era una forma de medir el tiempo, de obligarlo a manifestarse. Los amorfos días tendrían así un sentido, por elemental que fuera: el crecimiento. Tras las sucesivas prórrogas decretadas para intentar frenar el voraz apetito de la pandemia,  el día en que, por fin, se levantó la prohibición, el pelo le llegaba casi a la cintura y la barba al pecho. Se miró en el espejo procurando recordar cómo era antes del confinamiento y, de golpe, hubo de reconocer que estaba irreconocible.



Salió a la calle. La gente lo miraba, él mismo se veía reflejado en los escaparates. Parecía un náufrago, un robinsón urbano. Y por primera vez en su vida sintió que tenía el aspecto que  de verdad le correspondía.

domingo, 3 de mayo de 2020

ESTRAFALARIO ELOGIO DE LA MASCARILLA




En su forzoso retiro -que a un misántropo declarado como él no le resultaba especialmente mortificante- cavilaba Ortiz sobre el uso de las mascarillas en las actuales circunstancias de emergencia sanitaria. Y no le encontraba más que ventajas a su uso generalizado, que él sancionaría como obligatorio.

"Además de sus evidentes beneficios para prevenir el contagio -no hay palabra menos agradable para un solitario que esta- la mascarilla vela una parte de la cara imprescindible en la expresión de emociones. La boca y sus alrededores con todos los músculos implicados quedan así felizmente ocultos. Ese semáforo delator es sustituido por una superficie neutra, impasible. Se nos ahorran así sonrisas de felicidad, muecas de asco, mohínes irónicos, labios abiertos por el asombro y besos de Judas. La máscara es el rostro de la tragedia: bien lo sabían los griegos, y por eso los actores la portaban. No estamos para sentimientos ajenos, bastante tenemos con gestionar los nuestros y con procurarnos un poco de estabilidad anímica..."

Y en su delirante cruzada a favor de la imperturbabilidad  concluía Ortiz:  "Creo que sería muy conveniente universalizar su uso cuando este virus sea vencido. ¡Qué magnífico descanso! ¡Qué bello espectáculo, de ciudad asiática, todo el mundo desprovisto de gestos, que tanto complican la vida! Algo bueno nos habría traído la pandemia."