Recién resucitado -y se supone que liberado de las impurezas de la existencia carnal- Cristo advierte a María Magdalena -encarnación de un pasado de pecado-: Noli me tangere ("No me toques"). La iconografía cristiana, como en este cuadro de Correggio, convirtió la escena en tópico, con esa composición en diagonal y ese gesto tan expresivo de apartamiento.
El miedo al contacto, la prevención ante la posibilidad de ser contagiado (¡cuidado con los asintomáticos!), nos han vuelto desconfiados y desde todas las instancias se nos aconseja guardar la debida separación del otro con una expresión que en sí misma parece un oxímoron: distancia social.
No sabemos si esta llamada al alejamiento será transitoria o acabará modificando nuestras costumbres para hacernos adoptar una burbuja de aislamiento más propia de otras culturas. Mientras tanto, parecemos condenados a repetir a diestro y siniestro: Noli me tangere.
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