sábado, 20 de agosto de 2022

INEXISTENCIA

 

«Me he vuelto invisible», se quejaba a veces, con mucha más frecuencia desde que se  había jubilado. Su lamento apenas ocultaba ese deseo, tan infantil, de llamar la atención, de que le hicieran un poco de caso.

Supo que la cosa iba en serio, que la metáfora se había vuelto realidad, una noche al entrar en el portal de su casa. La puerta automática no se abrió, no detectó su presencia. Tampoco los sensores que encendían las luces al paso de alguien funcionaron. Se movió como un poseso tratando de activar el mecanismo. Fue inútil. No se trataba de una avería. Hubo de aceptar, entre el terror y la resignación, que ya no era nadie, que acababa de ingresar en la inexistencia.

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