No
es difícil imaginar a John Keats escuchando el canto encantado del ruiseñor,
una noche de verano, sentado en este diván, mientras a través de la ventana
abierta le llega el aroma a hierba y flores del jardín de la casa de su amigo
Charles Brown.
Otra
versión menos idílica supone que el poema fue escrito en el Spaniards Inn,
lugar que debió de frecuentar Keats en aquel breve tiempo en que la Poesía, el
Amor y la Muerte rivalizaban en invitarlo a bailar su triple danza seductora y
se aliaron para provocar en él una tormenta creativa que lo catapultó a la
excelencia lírica.
Sea
como fuere, en la calma de una casa de campo con vistas a un jardín o entre la
algarabía compartida de una taberna, estos versos, como el canto de un ruiseñor
atemporal, nacieron para desafiar al tiempo, para celebrar esa victoria siempre
provisional de la vida sobre todas las potencias oscuras (llámense enfermedad,
desamor o fracaso) que acechaban su endeble existencia.
Para escuchar Oda a un ruiseñor:
https://podcasts.apple.com/gb/podcast/oda-a-un-ruise%C3%B1or-de-john-keats/id1521284011?i=1000486802678
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