Que el mundo siempre sea
una casa encendida,
con las puertas abiertas
donde quepamos todos,
que a todos nos acoja
sin importarle nunca
el color de los sueños
que sueñe cada uno,
que en cada estancia haya
un fuego chispeante
para vencer al frío,
un pedazo de pan
por si el hambre se acerca,
una lámpara clara
de luz hospitalaria
en medio de la noche
y un poco de ternura
encima de la mesa.
No dejemos que nadie
profane esta morada
con los zapatos sucios
que calza la codicia,
con las malas costumbres
de quien vive en las sombras,
con las falsas noticias
que inventa la ignorancia.
De nosotros depende
que el mundo siempre sea
una casa encendida,
con las puertas abiertas…
Y todo lo demás
que contiene un etcétera.
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