viernes, 30 de diciembre de 2016

CUENTO DE NAVIDAD


                                                                         

                La trataban como a una niña. A sus años. Lo pensó mejor: la trataban como lo que era, como a una novata, como a una recién llegada. No se fiaban de ella. También allí había jerarquías. "Es Navidad", imploró. Pero no consiguió nada.

                -Puedes mirar un rato por ese agujero. Eso es todo. El próximo año ya veremos - concedió la supervisora.

                Ella conocía bien el  pequeño agujero en la madera del suelo del sobrado que servía de techo a todas las estancias de la casa. Muchas veces de niña se había divertido espiando desde arriba. Y ahora tenía la fortuna de que  la mesa entraba de lleno en su campo de visión. La familia entera estaba reunida en la comida de Navidad. Había el mismo número  de personas que el año pasado: faltaba ella, pero estaba el recién nacido. Al principio se sintió un poco defraudada. Todos hablaban, reían, comían y bebían como todos los años. Apenas había cambios en el menú. El rumor de la fiesta le era tan familiar que casi podía adivinar lo que iba a decir cada uno, lo que iba a pasar a continuación. En contra de sus suposiciones, nadie la mencionaba, su nombre no aparecía en los comentarios que entrelazaban los comensales. En aquellos momentos hubiera bajado atropelladamente las escaleras, hubiera abierto la puerta y se habría plantado en medio de todos gritándoles en la cara su infidelidad. Entonces comprendió por qué no la dejaban pasar. Todo estaba demasiado reciente y ella siempre había sido muy impulsiva. Seguía sintiendo un poco; aún sangraba la herida. Tenía razón la supervisora. Quizá el próximo año podría estar sin estar, mezclarse con ellos sin que lo notaran, diluida en la atmósfera de la celebración, pero de momento eso no era posible.

                Mirando con delicadeza -una nueva percepción que le había sido regalada- descubrió lo que hasta entonces le había pasado desapercibido. Había pequeños cortes, interrupciones momentáneas en el fluir de la conversación. Un súbito reflujo de pena ahogaba las palabras de alguien. Los demás simulaban no darse cuenta y continuaban hablando, hasta que eran ellos los que sentían el mismo calambrazo. Incluso la niña pequeña, que siempre sonreía, sufrió durante un segundo un ataque insospechado de tristeza y un pucherito que amenazaba llanto se dibujó en su cara. Era como si un ángel negro, casi transparente, volara por la habitación y se posara caprichosamente en la cabeza de cada uno, por turnos, y solo ella pudiera verlo desde su pequeño mirador.

                Por lo demás la comida fue espléndida y todos alabaron el punto de horneado del pavo y lo delicioso del relleno. El fuego de la estufa caldeaba la vieja cocina y propagaba llamaradas de luz que iluminaban los rostros. Hasta cantaron villancicos. Pero no hubo brindis: a nadie se le ocurría una frase que no tuviera un envés doloroso.

              -Se acabó el tiempo -cortó la supervisora, cuando la gente empezaba a levantarse de la mesa-. El próximo año más. Quizá te dejemos entrar. Cuando te hayas vuelto más sutil.

              Con resignación de niña a la que se le acaba el recreo, dejó de mirar. Pero ya no le importaba tener que marcharse. Ahora sabía que no la habían olvidado. Que, sin estar, seguía estando con ellos. En ellos.




                                                                          A quienes compartimos una ausencia.


martes, 27 de diciembre de 2016

LAGUNA



Ni Negra, ni Blanca. Así aparecía la Laguna Negra 
el primer día de este invierno: 
Verde y con arreboles de otoño.







viernes, 23 de diciembre de 2016

FELICES DÍAS, SIEMPRE



Sobre el altar de nuestros deseos
este brote de muérdago
de Valonsadero





martes, 20 de diciembre de 2016

AL AMOR DE LA LUZ




           Ayer el milagro aún parecía posible; al arrimo de la farola, las hojas resistían.







              Pero esta noche, el viento helado se llevaba sin piedad a las últimas supervivientes sin importarle nada la amorosa luz artificial. 




domingo, 18 de diciembre de 2016

NARRADOR



     No podía dormir. Le angustiaba no encontrar la palabra exacta. A pesar de su incontestable renombre, de la rara unanimidad de las buenas críticas, en cuanto se acallaban los rumores del éxito se consideraba, íntimamente, un fracasado; peor aún, un embaucador. Noche tras noche, con el insomnio de los insatisfechos crónicos, rebuscaba en el diccionario como en botica caótica. 

     No podía creerse lo que acababa de encontrar. Un verbo antiguo que lo significaba todo: Aquellar. La emoción le hizo trompicarse con las teclas. Escribió: Aquello aquelló. Esto aquella. Eso aquellará.


      Y se durmió como un bendito, por primera vez en mucho tiempo, con la firme convicción de que ya todo estaba escrito.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

EVENTO



                Convoco aquí esta palabra porque su uso se ha extendido exponencialmente en los últimos años, a modo de plaga.

                No podemos decir que sea un término extraño a nuestra lengua, pues sus orígenes son inequívocamente latinos, pero tanto su  frecuente uso como el significado hoy predominante tienen un tufillo extranjero. Como ha ocurrido con otros términos, por una de esas paradojas de la historia de la lengua, nos ha llegado rebotada del inglés, modernizada (o corrompida). Ya no hace referencia a un suceso, ni a un acontecimiento memorable o a sus consecuencias, sino a cualquier acto o actividad social más o menos programada. Bajo el paraguas pretendidamente noble y hasta metafísico de este vocablo se cobija desde la entrega del premio Nobel hasta una funeral de tercera. Donde antes decíamos boda, recepción, cumpleaños, fiesta de fin de curso, promoción publicitaria, despedida de soltero, celebración, festejo, baile, vino español, conferencia, presentación, sarao o reunión, ahora decimos EVENTO. Tengo un evento, soltamos con desparpajo. Cualquiera creería que estamos invitados al Palacio Real. Y el peluquero (perdón, estilista) o la dependienta de la boutique ya saben que somos presa fácil. Hasta hay una nueva especialidad laboral: organizador de eventos. Gente experta en reunir gente, en entretenerla mediante ceremonias o juegos  infantiloides, siempre con afán más o menos veladamente recaudatorio.


                No vendría mal recordar los consejos retóricos de Juan de Mairena y desprendernos de tanto boato y tanto papanatismo. Así esos "eventos consuetudinarios" se quedarían en lo que son, sencillos actos o reuniones sociales.

domingo, 11 de diciembre de 2016

PASEO






Hay ciudades que, por un momento, parecen fuera del mundo.

Hay calles, en esas ciudades, que parecen trazadas con líneas ajenas a nuestras geometrías.

Y hay árboles, en esas calles, que se resisten a la rigurosa ley de oro del otoño.





Las excepciones nos salvan.

Por eso, a partir de ahora:





jueves, 8 de diciembre de 2016

ROSAS DE DICIEMBRE




Las rosas de diciembre,
apenas calcinadas sus corolas,
padecen su belleza tardía levemente.




¡Cómo la tierra se resuelve en humo
en esas tardes lentas
de celajes crespos, de mudas dársenas
y corazones salobres que intentan
su torpe aleteo en un cielo de lluvia!






A nadie extrañará
el retorno de las aves silentes
que vuelan rectamente hacia el abismo.





( Fragmento de "Perséfone" , de "La lenta luz de las provincias")

lunes, 5 de diciembre de 2016

INMORTAL

     
     Desde que surgieron estuvo muy presente en las redes sociales. Subía al muro toda su vida. Apenas había  momentos de su existencia que no hubieran quedado allí registrados en forma de tuits, de posts, de memes, de etiquetas, de vídeos, de "Me gusta". De selfis, sobre todo de selfis. Quien quisiera conocer cómo era, cómo pensaba, cómo había ido cambiando, no tenía más que asomarse. Lo más íntimo de su ser, la historia de su corazón y de sus ojos, iban apareciendo allí a retazos, como las teselas de un gran mosaico.

          -No es narcisismo -explicaba a quien criticaba su costumbre-. Es algo mucho más importante: la única forma de permanecer que está al alcance de mi mano - y lo decía como si tuviera un presentimiento.

         Murió relativamente joven, en efecto, y durante un tiempo su perfil se mantuvo a la vista de todos. Sus amigos visitaban con frecuencias aquellas reliquias y esperaban que, por un milagro informático, siguiera publicando. Pero su inmortalidad duró poco: un algoritmo centinela se percató de que con su fallecimiento había dejado de ser una potencial consumidora y dio por cancelada su cuenta.

          Demasiado tarde para comprender que cuando todo se te ofrece gratuitamente es porque tú eres la mercancía apetecida. Y la inmortalidad no se paga con tan poco.


jueves, 1 de diciembre de 2016

¿SÍ O SI...?






DUDA EXISTENCIAL o LA IMPORTANCIA DE LAS TILDES:
  
¿"Sí soy" o "Si soy..."?   

martes, 29 de noviembre de 2016

POSVERDAD


      Esta palabreja ha sido elegida por el Diccionario Oxford como el neologismo del año para referirse a aquellas situaciones en que la verdad objetiva cuenta menos a la hora de tomar decisiones que las emociones o creencias subjetivas. 

       Podríamos interpretarla como la constatación de que la verdad llega tarde a algunas realidades, cuando ya los bulos, las falsedades y los sentimientos inducidos por campañas interesadas han conducido a consecuencias irreversibles. 

       De la posverdad saben mucho las redes sociales y quienes por acción u omisión permiten la proliferación en ellas de pseudoinformaciones y otros tóxicos digitales. Más de medio siglo atrás Goebbels ya exploró la eficacia de la propaganda como herramienta de adoctrinamiento y sumisión de las masas a un ideario, por irracional que este sea.

       Dejando a un lado la intervención de agentes profesionales de la manipulación, el problema que más preocupa es la facilidad con que la Estupidez Humana -a pesar de todos los esfuerzos por combatirla que ha emprendido la civilización desde el Siglo de las Luces- acepta y da pábulo a tamañas mentiras. La Ilustración, con su sencillo propósito racionalista, sigue siendo tan necesaria como hace tres siglos
.
     No damos la bienvenida a esta nueva palabra (la verdad no admite prefijos) pero al menos pone el acento en un fenómeno tan actual como antiguo, tan extendido como inquietante.

     Vivimos tiempos en que la verdad es casi siempre póstuma.


(Con esta entrada se abre una nueva sección en el blog, que he titulado -con propósito irónico- como PALABRARIO -término no recogido en el DRAE- en el que iré glosando vocablos y expresiones que, por diferentes motivos, han atraído mi atención.)

miércoles, 23 de noviembre de 2016

¡Viene la nieve!











             Tímidamente, como una visita vergonzosa, la nieve se asoma, por primera vez este otoño, al pico de Ocenilla.




















lunes, 21 de noviembre de 2016

PAJARICOS



                El pueblo pasaba hambre, mucha hambre, porque las cosechas no eran suficientes para llenar de arroz tantas escudillas. Todo el mundo lo miraba a él, al Gran Timonel, que gobernaba los destinos de la muchedumbre con pulso tranquilo.

                Tras un día muy activo de su esclarecida mente, el Gran Timonel tuvo un sueño revelador y a la mañana siguiente aquel gigantesco país se llenó de carteles que no dejaban lugar a dudas. Había que estar muy loco para no comprender lo que aquellos dibujos ordenaban. Y había que estar más loco aún para atreverse a desafiar la voluntad del todopoderoso.

                Huan era un campesino conforme con la vulgaridad de su destino. En su precaria casa sin patio, que él mismo había construido en las afueras de la aldea, consumía su insignificante existencia de viudo sin ser importunado por nadie. Desde que su Flor del Valle había muerto abatida por una enfermedad fulgurante que él nunca llegó a creerse, se había asentado en un apacible desvarío que mantenía a raya a cualquier improbable visita. Hablaba con los pájaros, conocía todos sus dialectos: el de las palomas, tierno y ronroneante, el monosilábico de los gorriones, el floreado del mirlo, el crascitar fúnebre del cuervo.

                Las consignas del Gran Timonel llegaban a todas partes, también a aquella remota aldea, y alguien le hizo saber a Huan que incluso él estaba obligado a cumplirlas. Huan observó al portador de la noticia como se observa a un ser de otra especie, con curiosa incomprensión. Nada dijo, pero una obstinada voluntad de no acatar le rezumaba en la mirada.

                En la aldea todo el mundo se esforzaba por conseguir el objetivo fijado por las autoridades. Había que aniquilar a los gorriones, declarados enemigos del pueblo, porque cada uno de ellos devoraba al año más de cuatro kilos de grano propiciando con ello la hambruna. Piedras, balines, perdigones, redes, liga, palos: cualquier arma, cualquier táctica de combate era lícita en aquella guerra desigual y despiadada. Pero, más allá de ese previsible arsenal, se había desarrollado un método de retorcida crueldad que a Huan se le hacía insoportable:  hasta su humilde refugio llegaba un estrépito distante de cacerolas golpeadas que no cesaba ni de día de noche. Se trataba de espantar a los pájaros para que no se posaran y acabaran cayendo al suelo rendidos de agotamiento. Después disponían las piezas cobradas en artísticas carrozas enguirnaldadas y organizaban desfiles cívicos para mostrar su entusiástica adhesión a los deseos del Guía Supremo.

                Pronto se supo una verdad peligrosa. Huan daba amparo a los perseguidos. Alrededor de su cabaña los pájaros se amontonaban como esas espesas bandadas de estorninos que se juntan en otoño para ensombrecer el campo. No solo no los espantaba sino que los alimentaba.

                El comisario local -hombre, por lo demás, extrañamente bonachón- perdió la paciencia ante aquella chaladura pero hizo un último intento de evitar males mayores. De aplicarle las instrucciones recibidas, aquel viejo debería ser tratado como un traidor que esconde en su casa a elementos contrarrevolucionarios.

                Convocó a Huan, lo amenazó, trato de penetrar en la extraña lógica de su mente.

                -No quiero matar a mi mujer -alegó por toda explicación.

                Fue así como se supo que Huan estaba más loco de lo que aparentaba.

                -Hablo con ella todas las mañanas, aunque no siempre habita en el mismo gorrión- continuó al cabo de un rato-. Siempre fue un poco caprichosa.

                El comisario, decidido ya a enviar a Huan a un asilo comunal para dementes, se relajó, dispuesto a apurar hasta el final aquella descabellada y regocijante fantasía.

                -¿Y qué es lo que te dice, camarada?

                -"Nos vengaremos después de muertos". Eso dice.

                Huan fue conducido al manicomio encerrado en una jaula de madera, sobre una carreta tirada por búfalos de agua, en medio del jolgorio popular. Muchachas uniformadas portaban grandes cartelones alusivos  y ristras de pajarillos ensartados colgaban de largas varas a hombros de los niños. En todo el trayecto no cesaron los cánticos y la música. El pueblo demostró, una vez más, una sabia inclinación a la alegría sin apartarse del recto camino. Nadie miró hacia el cielo. Si lo hubieran hecho habrían podido observar una densa nube de gorriones escoltando en silencio desde lo alto a aquel inofensivo loco.

                Huan no llegó a la primavera. Nadie lo vistió para la última ceremonia ni hubo cortejo que  acompañara a su cuerpo desnutrido hasta la pagoda. Quizá podría consolarnos de una muerte tan triste el hecho cierto de que, al no haber expirado en su propio lecho, no estará condenado a cargar por toda la eternidad una pila inacabable de ladrillos. Quizá podríamos conjeturar que gorriones canoros -todo es posible en el más allá- endulzarán para siempre sus oídos con celestiales cánticos y que su Flor del Valle habrá recuperado el aspecto de la joven que lo enamoró.

                Muy a su pesar, el comisario del pueblo hubo de acordarse de Huan y de sus  enigmáticas palabras al llegar el verano.

                Sin la amenaza de los gorriones, sin su hambre justiciera y salvadora, una plaga de langosta como no había habido otra, asoló los campos de aquel gran país y no dejó ni una espiga, ni un grano que llevarse a la boca.


                "El Gran Timonel no se equivoca nunca", se dijo, resignado, el comisario. Y sentenció: "A veces hay que retroceder un poco y ceder unos pasos para poder dar el Gran Salto hacia Delante".





jueves, 17 de noviembre de 2016

SOLEJAR



Debería noviembre resignarse
a sus negros girasoles,
a sus helechos rojos,
a la escarcha en la hierba,
a los amaneceres como este:
mañana de domingo tras la fiesta,
la calle solitaria,
deserción consentida de la sangre más joven
y un perro abandonado que me sigue,
olfatea mi rastro, suplicante.
No me atrevo a mirarlo
para no descubrir mi desamparo.
Cada noviembre es nuevo
y tienta su suerte renegando
de su destino adverso.



Este noviembre es dulce, a qué negarlo,
de carne de membrillo
y rescoldos de fuego solar en cada esquina,
esas últimas brasas
que encierran el secreto del calor.
Cuando vuelvo al jardín
sorprendo a las abejas afanándose
como viejos salaces
en la flor intempestiva de la hiedra.




domingo, 13 de noviembre de 2016

K


     ¿Qué habrán visto desde hace años en esta letra todos los indignados, los rebeldes con o sin causa, los que escupen su rabia contra las paredes? Quizá que es una letra casi ajena a nuestro abecedario y un uso contrario a las normas podría tomarse por un acto de insurgencia contra lo establecido. Quizá una influencia del eusquera, donde su uso mural parece asociado a la lucha callejera (kale borroka). Quizá es que el propio trazo de la letra tiene un no sé qué de erizado, como de alambrada. Por no hablar de las siglas de un siniestro grupo supremacista blanco norteamericano. La K sería perfectamente prescindible en el español, pues el sonido que representa está cubierto por la c y por la q, letras estas redondeadas, que invitan a la caricia.

     Demasiada K en nuestras paredes, en las pantallas de nuestros móviles, en nuestras vidas.
  
     Kafka, que cargó durante toda la vida con esta letra como si fuera una cruz, escribió:

     "Encuentro ofensiva la letra K, casi nauseabunda, y sin embargo, la sigo utilizando, pues debe ser característica mía."


















miércoles, 9 de noviembre de 2016

TRUMP



     Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí       (A. Monterroso)


     Se levantó como cualquier otro día. El zumo de naranja natural le hizo pensar en un sol licuado y lo llenó de energía. Encendió el televisor. Desde el otro lado del océano llegaba la noticia de que un monstruo se había hecho democráticamente con el poder.
.
     "No puede ser verdad. Se trata de uno de esos errores cuánticos que muy ocasionalmente ocurren".

     Apagó el televisor, aturdido. "Tengo que darle otra oportunidad a la realidad para que rectifique."

     Se volvió a acostar. Durmió como si tal cosa durante una hora. Se levantó y cumplió punto por punto sus rituales matutinos. El zumo de naranja tenía ahora un regusto ácido.

     Encendió de nuevo el televisor. El monstruo seguía allí.

sábado, 5 de noviembre de 2016

LA ÚLTIMA HOJA






... en ese instante único de estar a punto de,
de ser nada o nadie,
la última hoja del tilo,
embriagada bacante, se retuerce frenética
sin aire,
sin música,
baila,
baila para sí, ensimismada,
baila su danza más hermosa,
su adiós al árbol.

                                                    (De "Arborecer", inédito)





Me viene a la memoria un bello relato de O. Henry, titulado precisamente así, "La última hoja", que podéis leer en http://ciudadseva.com/texto/la-ultima-hoja/   

martes, 1 de noviembre de 2016

VARIADAS CONSECUENCIAS DEL OTOÑO



         Las negras dentelladas del cierzo en las catalpas.
         La belleza fatigada de los arces.
         El declinar lentísimo del roble.
         El esplendor –tan crítico- del chopo.
         La desvalida luz entre los abedules.
         El rubor carnal del liquidámbar.
         El impasible vencimiento de la encina.
         La madurez gloriosa de los tilos.
         La dorada transparencia de los fresnos.
         Las livianas monedas al pie de las acacias...
         (Otoña cada árbol
         de una muerte distinta.
         Otoño cada año
         encarnado en un árbol diferente.)
         Y además, el otoño
         terrible de esos árboles
         que viven, tronco adentro,
         una muerte escondida,
         mientras sus hojas brillan, subyugadas
         por la luz de la lluvia,
         obligadas a mirar a los ojos 
         del blanco rostro de otro invierno.













































jueves, 27 de octubre de 2016

EL VIGILANTE



            Hasta hoy, al escribir este relato de inestable realidad cuyo protagonista es Pedro Luis, no me había parado a reflexionar sobre las ventajas de una educación deficiente. 

            Pedro Luis, en efecto, había conseguido el graduado escolar en la escuela de adultos tras una adolescencia rebelde y borrascosa en que su viveza natural  no se acomodaba bien a la rutina y la sumisión del pupitre. Un módulo de grado medio de capacitación agraria había completado su precaria formación.

            Siempre había sido un espíritu libre, libérrimo, podíamos decir. Mientras su profesor se derramaba en mieles literarias -pongamos por caso- recitando viejos y entrañables romances a un auditorio somnoliento y lejano, él fabricaba cilindrines artesanos que quemaría después en un rincón durante el recreo. Las palabras proferidas desde la tarima docente no le entraban por un oído y le salían por otro: no le entraban por ninguno. Si Pedro Luis hubiera sido un alumno modélico y hubiera cursado estudios universitarios de ingeniería -pongamos otra vez por caso- ahora sería un becario frustrado y mal pagado en lugar de estar disfrutando como un beato en su puesto de trabajo, humilde, si se quiere, pero lleno de compensaciones. Una nueva versión de Simón el Estilita con todas las tentaciones del mundo reptando hasta su aéreo palacete. Y él preparado para caer en todas ellas.

            Campo, libertad, soledad, altura de miras, tiempo lento: esto era lo que le ofrecía su recién conseguido empleo de vigilante veraniego en una torreta, en medio de un pinar que no acababa nunca, con la única obligación de informar sobre  cualquier conato de incendio. Un traje a su medida. Hasta el identificador de transmisión que le habían asignado molaba: "Central, aquí Lobato 5 llamando a Central..." A sus pies el dosel del monte dormitaba la modorra de los días de agosto. Empingorotado en su puesto de observación pasaba de todo lo que estaba debajo. No se aburría, a pesar de que la cobertura del móvil era penosa. No tenía corriente eléctrica y eso sí era un inconveniente. Meaba desde lo alto, en plan bombero aficionado. Conectar su guitarra eléctrica al amplificador y marcarse unos solos a lo Hendrix desde aquel escenario único, hasta asustar a los buitres con sus atronadores ráfagas, hubiera sido lo más. Pero, en fin, tenía su guitarra española que tampoco estaba mal. Tocaba y cantaba para nadie. Mejor dicho, para él y para los pájaros y para los árboles y para las peñas. Quién sabe si sus tonadas, transportadas por un viento pícaro, llegarían al pueblo más cercano, hasta los oídos de alguna pava que sentiría la curiosidad de saber de dónde venía aquella música celestial y, siguiendo el rastro, se acercaría hasta la torre y treparía sinuosa...  Así, con estos y otros pensamientos placenteros, las horas muertas lo eran menos, aunque fueran nocturnas. Porque, claro, a él le caían los peores turnos. Noches, fines de semana y tal. 

            Fue precisamente un domingo tonto -para Pedro Luis, desde niño, todos los domingos eran tontos- cuando saltó la alarma en forma de pequeña columna de humo, en lo más espeso del pinar, como a un kilómetro de distancia. Con los prismáticos trató de precisar la imagen. Antes de dar una falsa alarma hay que tener cuidado con los espejismos que el calor hace surgir de la tierra. Es fácil equivocarse y hacer el ridículo más espantoso entre los veteranos. Todo cuadraba en el incidente: domingo tenía que ser. La barbacoa de algún probo jubilado que se salta las normas amparado en la edad. O quizá una quema de rastrojos. O el típico pirado pirómano que no tiene nada mejor que hacer en domingo. Sabía que tenía que comunicar con la central cuanto antes. En muy poco tiempo, el monte ardería como una tea impregnada de resina. El aire estaba tan seco que podría pensarse que la combustión era espontánea.

            Aguardó unos segundos. Y dudó. Se sentía importante, encumbrado. ¡Tantas cosas dependían de él ahora mismo! La vida de los árboles, de los bichos que se arrastran por el suelo, de los pájaros. A lo mejor también la de la gente de los pueblos próximos. Debía de ser un bonito espectáculo ver desde allí arriba el avance de las llamas, gigantescas como las olas de un tsunami de fuego. Un infierno de verdad, no como el que le pintaban en la catequesis. El pensamiento circulaba por su cerebro a una velocidad desconocida, cargado de una extraña electricidad. Se vio raro, viviendo un momento crucial.

            Dejemos a Pedro Luis disipando sus dudas y volvamos al principio, a las ventajas de un modesto bagaje cultural. Afortunadamente para el pinar y sus habitantes, Pedro Luis nada sabía de Nerón, no recordaba el romance que había comentado en clase, una mañana en que él estaba distraído, como siempre, hacía ya algunos años de ello, su profesor de literatura:

                        "Mira de Nero de Tarpeya
                        a Roma cómo se ardía.
                        Gritos dan niños y viejos.
                        Él de nada se dolía..."

            De haber tenido en su memoria la imagen del emperador apalancado en la roca Tarpeya tocando su cítara y babeando de gusto mientras contemplaba la inmensa hoguera, provocada por él, en que Roma se abrasaba, la tentación de coger la guitarra, soltar el transmisor y remedar la legendaria escena hubiera sido irresistible para Pedro Luis.  Y la balanza de la duda  hubiera tenido más posibilidades de  inclinarse del lado de la catástrofe.

            Antes de decidirse, aún tuvo un último y turbador pensamiento:  ¿Qué canción de las que controlaba le iría bien a aquella fabulosa exhibición de poderío?

domingo, 23 de octubre de 2016

jueves, 20 de octubre de 2016

NIDO











La caída de las hojas del tilo ha dejado al descubierto este humilde nido edificado en la horcadura. A los habituales elementos (paja, ramitas, broza, borra...) se ha incorporado un nuevo material más resistente e impermeable. Los alados albañiles parecen haberse percatado de las indudables ventajas de su hallazgo. ¿Se trata de algo casual o de un instinto alerta y refinado que evoluciona en paralelo a la tecnología humana? Quizá nunca lo sepamos.  No es la repugnante isla de plásticos del Pacífico pero sí una clara muestra de la irrupción violenta de lo artificial en las pautas ancestrales de la naturaleza. 

lunes, 17 de octubre de 2016

SOTO DE GARRAY (II)



                                Antes de que se perpetrara el arboricidio y se consumara esta aberración en nombre del progreso, hubo manifestaciones, acciones de protesta, artículos en los periódicos, informes medioambientales contrarios. Nada sirvió de nada. Como en una tragedia griega, la catástrofe resultó inevitable. Desarrollar debería ser lo contrario de arrollar. De eso hace ya mucho tiempo. Por entonces escribí este poema que los años y la tozudez en el error han convertido en elegía. Era una espléndida mañana de primavera...


         Bajo una luz de réquiem,
         la belleza es más cierta, irrefutable,
         una herida futura que ya empieza a dolernos.
         Vivía la mañana
         en el país tranquilo de la lluvia,
         inerme, vulnerable
         en sus árboles viejos,
         en la memoria frágil de la hierba,
         en la mirada zen  del ojo de la vaca.
         No llorarán los pájaros
         porque son rehenes de una alegría
         que a todos pertenece
         y en  esta primavera
         que ha devuelto su voz a los arroyos,
         su nombre a los ríos fatigados,
         solo parecen justas las palabras del gozo.
         Y sin embargo, hoy he visto en el soto
         cigüeñas que alimentan a sus crías
         con vísceras de escuerzo y libélulas negras.
         He visto los crotales, castañuelas sin música,
         destilando veneno, una cifra fatal,
         en la oreja infantil de las terneras.
         He adivinado un río
         sin chopos ni abedules
         condenado al silencio de un animal domado.
         He imaginado el rostro de los prados,
         la corola amarilla de las prímulas,
         sepultados por un vómito gris.

         En el último anillo de los fresnos talados
         se formará el dibujo del espanto,
         la silueta triste
         del corazón amargo de los hombres.







jueves, 13 de octubre de 2016

SOTO DE GARRAY (I)



                              A medio acabar, a medio descarnar, como la osamenta de una bestia colosal, en el Soto de Garray, en Soria, muy cerca de donde los numantinos dictaron lección imperecedera de resistencia frente a los poderosos, enclavada en un paraje de belleza discreta pero muy honda,  en las riberas del padre Duero, como monumento a la estupidez humana, como recordatorio de que la megalomanía es la primera tentación de quienes se embriagan de poder,  se alza la carcasa de la afortunadamente malograda Cúpula de la Energía de la cínicamente denominada Ciudad del Medio Ambiente. Un proyecto que, reformulado pero no anulado, continúa adelante pese a las sucesivas derrotas judiciales de su patrocinadora, la Junta de Castilla y León. Reconvertido en Parque Empresarial, pronto comenzarán a funcionar unos gigantescos invernaderos - ¡en la cruda y fría Soria!- para cultivar rosas. Dicen que serán los mayores del mundo. Estas rosas hidropónicas, fabriles, ateridas, cultivadas a base de quemar biomasa, son otro de los paradójicos emblemas de este incongruente itinerario. Sí, es verdad que se crearán puestos de trabajo, pero podrían haberse creado en otro sitio, de otra manera y en empresas más respetuosas con el entorno.

                            ¿Cuántos fresnos centenarios hubo que talar para perpetrar semejante despropósito? ¿Cuántos chopos, cuántas encinas y pinos, cuánta vida vegetal destruida, cuánta fauna desahuciada para construir gigantescos aparcamientos desiertos, un futurista sistema neumático de recogida de basuras, viales y rotondas que urbanizan el territorio de una pesadilla? ¿Cuántas  cigüeñas se quedaron sin nido? 


                               Preguntas infantiles, sentimentales, que no hicieron mella en los sagaces y rapaces planificadores de nuestro futuro.















          Así vería un habitante de Numancia la Cúpula de la Energía desde su casa. 
¿Qué pensaría de ella?: