La caída de las hojas del tilo ha dejado al descubierto este humilde nido edificado en la horcadura. A los habituales elementos (paja, ramitas, broza, borra...) se ha incorporado un nuevo material más resistente e impermeable. Los alados albañiles parecen haberse percatado de las indudables ventajas de su hallazgo. ¿Se trata de algo casual o de un instinto alerta y refinado que evoluciona en paralelo a la tecnología humana? Quizá nunca lo sepamos. No es la repugnante isla de plásticos del Pacífico pero sí una clara muestra de la irrupción violenta de lo artificial en las pautas ancestrales de la naturaleza.
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