A medio acabar, a medio descarnar, como la osamenta de una
bestia colosal, en el Soto de Garray, en Soria, muy cerca de donde los
numantinos dictaron lección imperecedera de resistencia frente a los poderosos,
enclavada en un paraje de belleza discreta pero muy honda, en las riberas del padre Duero, como monumento
a la estupidez humana, como recordatorio de que la megalomanía es la primera
tentación de quienes se embriagan de poder, se alza la carcasa de la afortunadamente
malograda Cúpula de la Energía de la cínicamente denominada Ciudad del Medio
Ambiente. Un proyecto que, reformulado pero no anulado, continúa adelante pese
a las sucesivas derrotas judiciales de su patrocinadora, la Junta de Castilla y
León. Reconvertido en Parque Empresarial, pronto comenzarán a funcionar unos gigantescos invernaderos - ¡en la cruda y fría Soria!- para
cultivar rosas. Dicen que serán los mayores del mundo. Estas rosas
hidropónicas, fabriles, ateridas, cultivadas a base de quemar biomasa, son otro
de los paradójicos emblemas de este incongruente itinerario. Sí, es verdad que
se crearán puestos de trabajo, pero podrían haberse creado en otro sitio, de
otra manera y en empresas más respetuosas con el entorno.
¿Cuántos fresnos
centenarios hubo que talar para perpetrar semejante despropósito? ¿Cuántos
chopos, cuántas encinas y pinos, cuánta vida vegetal destruida, cuánta fauna desahuciada para
construir gigantescos aparcamientos desiertos, un futurista sistema neumático
de recogida de basuras, viales y rotondas que urbanizan el territorio de una
pesadilla? ¿Cuántas cigüeñas se quedaron
sin nido?
Preguntas
infantiles, sentimentales, que no hicieron mella en los sagaces y rapaces
planificadores de nuestro futuro.
Así vería un habitante de Numancia la Cúpula de la Energía desde su casa.
¿Qué pensaría de ella?:
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