miércoles, 14 de diciembre de 2016

EVENTO



                Convoco aquí esta palabra porque su uso se ha extendido exponencialmente en los últimos años, a modo de plaga.

                No podemos decir que sea un término extraño a nuestra lengua, pues sus orígenes son inequívocamente latinos, pero tanto su  frecuente uso como el significado hoy predominante tienen un tufillo extranjero. Como ha ocurrido con otros términos, por una de esas paradojas de la historia de la lengua, nos ha llegado rebotada del inglés, modernizada (o corrompida). Ya no hace referencia a un suceso, ni a un acontecimiento memorable o a sus consecuencias, sino a cualquier acto o actividad social más o menos programada. Bajo el paraguas pretendidamente noble y hasta metafísico de este vocablo se cobija desde la entrega del premio Nobel hasta una funeral de tercera. Donde antes decíamos boda, recepción, cumpleaños, fiesta de fin de curso, promoción publicitaria, despedida de soltero, celebración, festejo, baile, vino español, conferencia, presentación, sarao o reunión, ahora decimos EVENTO. Tengo un evento, soltamos con desparpajo. Cualquiera creería que estamos invitados al Palacio Real. Y el peluquero (perdón, estilista) o la dependienta de la boutique ya saben que somos presa fácil. Hasta hay una nueva especialidad laboral: organizador de eventos. Gente experta en reunir gente, en entretenerla mediante ceremonias o juegos  infantiloides, siempre con afán más o menos veladamente recaudatorio.


                No vendría mal recordar los consejos retóricos de Juan de Mairena y desprendernos de tanto boato y tanto papanatismo. Así esos "eventos consuetudinarios" se quedarían en lo que son, sencillos actos o reuniones sociales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario