lunes, 5 de diciembre de 2016

INMORTAL

     
     Desde que surgieron estuvo muy presente en las redes sociales. Subía al muro toda su vida. Apenas había  momentos de su existencia que no hubieran quedado allí registrados en forma de tuits, de posts, de memes, de etiquetas, de vídeos, de "Me gusta". De selfis, sobre todo de selfis. Quien quisiera conocer cómo era, cómo pensaba, cómo había ido cambiando, no tenía más que asomarse. Lo más íntimo de su ser, la historia de su corazón y de sus ojos, iban apareciendo allí a retazos, como las teselas de un gran mosaico.

          -No es narcisismo -explicaba a quien criticaba su costumbre-. Es algo mucho más importante: la única forma de permanecer que está al alcance de mi mano - y lo decía como si tuviera un presentimiento.

         Murió relativamente joven, en efecto, y durante un tiempo su perfil se mantuvo a la vista de todos. Sus amigos visitaban con frecuencias aquellas reliquias y esperaban que, por un milagro informático, siguiera publicando. Pero su inmortalidad duró poco: un algoritmo centinela se percató de que con su fallecimiento había dejado de ser una potencial consumidora y dio por cancelada su cuenta.

          Demasiado tarde para comprender que cuando todo se te ofrece gratuitamente es porque tú eres la mercancía apetecida. Y la inmortalidad no se paga con tan poco.


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