-¿Cuál es el secreto de que tu prosa
suene tan distinta? -le pregunta el crítico al escritor joven.
-Escribo con la vieja máquina de mi
abuelo.
-Será una boutade, supongo.
-En absoluto. Cada letra es una
verdadera pulsación, un pequeño esfuerzo. Cada renglón implica la acción del brazo para pasar el carro. El avance
es un movimiento de vaivén. Cuido mucho de no equivocarme; borrar un error es
costoso y engorroso. No hay corta y pega. La máquina no está conectada con nada
que no seas tú mismo. Está aislada del mundo, sin referencias. No sabe nada. No tiene memoria. Escribo en libertad, sin
ninguna ayuda y apretando con ganas, como si tocara el piano. Esa es la
diferencia.
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