Hubo en tiempo en que los lobos tenían que disfrazarse de corderos si querían tener algún éxito en su intento de engañar para depredar. Ya no se toman la molestia: no lo necesitan. Se presentan a cara descubierta ante la multitud congregada y el rebaño -democrática, entusiásticamente- los elige para conducir su destino. Hay quien piensa que el rebaño no sabe lo que hace; y, sin embargo, si creemos a los optimistas antropológicos, nunca el rebaño ha tenido más medios para saber lo que hace.
Quizá el peligro radica, pura y simplemente, en ser rebaño.
(Mateo Ortiz, pensador derrotista)
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