Royó el tiempo
la madera tan dura del duramen:
ahora su corazón
es tan solo de aire.
Pero sigue viviendo
en la alegría de las ramas.
Sigue latiendo
con el pulso lejano de los vientos,
con la cadencia amable de la ausencia,
con el trino florido de algún pájaro.
El viejo corazón del viejo roble
ha aprendido a ser otro,
a diseminarse.
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