15 días de pausa, de tregua, de
sosiego.
15 días para aquietarse, para mirar
hacia adentro, para ver llover por la ventana. Para sentir que la casa sigue
siendo el refugio milenario que siempre fue, que en su pequeño espacio puede
caber el mundo.
15 días de coches aparcados, de aceras
vacías, de silencio. Descanse la ciudad de tanto tráfago, sean los parques, por
unos días, un territorio virgen. Que resuenen en las calles los pasos del
solitario, las campanas, los trinos joviales de los pájaros que buscan compañía.
Oigamos el silencio.
15 días para aprender la lecciones más
antiguas, las que nuestra generación nunca había aprendido: que somos frágiles,
provisionales, que siempre estamos a un paso del abismo, que el pan es un
milagro, que nada se ha de dar por descontado, que solo nos salvamos si estamos
juntos, que podemos ser el cielo o el infierno para los otros (está en nuestras
manos la elección), que podemos propagar dolor o consuelo, que la alegría es
tan contagiosa como la enfermedad, que el miedo es el virus más letal. Que la
solidaridad es la forma más sabia del egoísmo.
15 días para leer esa novela larga que
lleva mucho tiempo esperándonos, para escuchar la música que cura, para dejar
que el tiempo pase sobre nosotros su lenta mano acariciadora, para repasar
tantas fotografías condenadas al olvido. Para
anular la distancia que nos separa de los más cercanos. Para contarnos
cuentos al amor de la lumbre. Para aplazar el beso y el abrazo, para desearlos
más, para buscar en nuestro interior el manantial de la bondad.
15 días de soledad impuesta que pueden
convertirse en soledad sonora, creativa, en un descubrimiento.
15 día de hibernación, de invierno
obligatorio, que nos harán amar más la primavera.
Y cuando esto acabe, cuando el aciago
contador se detenga, cuando terminen la cuaresma y la abstinencia, salgamos
fuera -un poco pálidos, un poco alucinados- y volvamos al beso y al abrazo, a
la terraza y a las calles, al trabajo y al ocio. A la palabra cercana, al roce,
a la caricia. A la amistad que no
respeta el metro y medio de distancia. Volvamos a la vida, resucitemos.
Nos aguarda la luz.
Volveremos a ser nosotros, pero ya no seremos los mismos.
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