martes, 24 de marzo de 2020

PESTE Y LITERATURA




          Obligado por las circunstancias a prescindir de su amena tertulia alrededor de la mesa de un bar, Afrodisio Aguado no se resignaba a vivir sin platicar, aunque fuera a través del guasap. Estaba convencido de que uno de los efectos colaterales de la reclusión sería el aumento exponencial de la producción literaria: proliferarían los diarios de los días de la peste (él prefería esta palabra o la de plaga, de tan siniestras resonancias, a la de pandemia), las novelas distópicas, los ensayos sobre un cambio de paradigma social, los poemarios jeremíacos, el humor de todos los colores. Y lanzó al aire, en el grupo creado al efecto, está pregunta: ¿Por qué la literatura y la peste se llevan tan bien? Sus aburridos compañeros de tertulia no tardaron en inundar su móvil con las más variadas respuestas:

            -La literatura es planta de interior, flor de invernadero.

            -"Se canta lo que se pierde".

            -"El dolor nos vuelve locuaces".

            -Odiamos la desgracia en la vida real, pero la buscamos con perversa fruición en la ficción.

            -Sin carencia no habría literatura: rellenamos con palabras el vacío existencial.

            -La felicidad es mal asunto literario, resulta obscena y aburrida. El infortunio, por el contrario, es muy imaginativo, no se repite. Algo parecido dijo Tolstoi al comienzo de Ana Karenina.

            -Hay que estar muy desocupado para dedicarse a esa cosa tan extraña de escribir.

            -Nos gusta imaginar situaciones catastróficas: es una forma de exorcismo.

            -Lo excepcional nos conmociona y muestra nuestros límites.

            -Como  la guerra, como todas las situaciones extremas, la peste revela lo mejor y lo peor del ser  humano. Es un amplificador emocional y dibuja con precisión los personajes del bueno y del villano.

            -El enclaustramiento es fuente de conflicto. Sin conflicto no hay historia.

       -La peste convierte lo cotidiano en lucha, saca a la luz la épica oculta que el estrato más elemental de la vida -la supervivencia- esconde.

            -Los universos cerrados son muy golosos para cualquier escritor.

            -La literatura nos consuela del malestar vital.

       -La peste, con su secuela de cautiverio y de muerte, constituye una gran metáfora de la existencia.

          -Cuanta menos vida, más literatura.

            (...)
           
        Ante tal aluvión de opiniones, Aguado dio por cerrado este ciclo y abrió otro nuevo: "¿Qué creéis que habrá cambiado cuando vuelva la normalidad?"

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