Confinados por la COVID-19, aquellos jóvenes estudiantes
de Erasmus entretuvieron la espera viendo series en sus móviles, mandando
mensajes, haciéndose selfis y comiendo pizza. Apenas se sentían aislados: hacían casi lo
mismo que un día cualquiera.
672 años antes, otros jóvenes como
ellos, encerrados en una casa de campo en las afueras de Florencia, pasaron la cuarentena de la Peste Negra
contándose historias para ahuyentar el pánico y llenar el tiempo de placentero significado
(según los imaginó Boccaccio). Así se originó una de las obras maestras de
la literatura: el Decamerón.
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