sábado, 28 de marzo de 2020

CORONACUENTOS (2) : A TRAVÉS DEL CRISTAL



No estaba acostumbrado a tantas presencias  y tan continuas a su alrededor.  

A través del cristal le llegaba la mancha deformada, poco más que una sombra fugaz, del hombre paseando deprisa, con ritmo de marcha, sorteando los muebles y enfilando el pasillo. Una y otra vez. Inventándose una distancia grande en un circuito pequeño. El niño fijo en una pantalla, moviéndose electrizado con  algo en la mano. La mujer entraba y salía afanosa, continuamente, con un plumero, una bayeta, una escoba. Después se sentaba en el sofá con el móvil o con un libro en la mano y se pasaba así las horas. La televisión no paraba de vomitar sus luces movedizas.

Llevaban varios días haciendo cosas extrañas. Le daba vértigo tanto movimiento, tantos reflejos en el cristal, tanta claridad, tanta gente y tantos gritos  durante todo el tiempo.

Se dio la vuelta. Si alguien se hubiera fijado en él, en el movimiento burlón de su cola al rozar el cristal, en la dilatada expresión de sus ojos, habría pensado que el pez rojo había comprendido algo de golpe y que el placer de la venganza por mano ajena hinchaba su pequeño cuerpo.

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