martes, 31 de marzo de 2020

CORONACUENTOS (3): LA TENTACIÓN


Sintió un violento deseo como hacía muchos años no sentía. Le recordaba a aquellas explosiones del instinto en su adolescencia, a la devastadora y tan gozosa efervescencia de algunos sueños imposibles, a la exaltación producida por los primeros tragos de alcohol. Había bajado a tirar la basura recreándose en cada paso, casi feliz de verse obligado a la lentitud por el desgaste de las articulaciones, sorbiendo hambriento la luz del mediodía, observando con envidia ese nódulo de vida nueva que pujaba por reventar en cada brote de los tilos. 

Recicló a conciencia, demorándose en una cuidadosa selección de los desechos: era el único objetivo luminoso de aquel día y sentía que acabara tan pronto. Y fue entonces, de regreso al portal, cuando le acometió aquel deseo prohibido, dolorosamente insoportable, placenteramente culpable: sentarse en uno de los bancos del parque silencioso y sin niños a escuchar el gorjeo de los pájaros mientras el sol, esa delicia tibia, almibarada, decididamente primaveral y suavísima le lamía la cara.   

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