sábado, 29 de diciembre de 2018

LA SAN SILVESTRE



           El  corredor - él preferiría ser llamado runner-,  supertecnificado -ropa térmica, reloj inteligente con GPS y pulsómetro, zapatillas a la última- está haciendo estiramientos apoyado en un árbol del parque al tiempo que comprueba sus estadísticas. Está en tiempo para correr la San Silvestre y llegar entre el puesto 50º y 100º, calcula. Todo un avance. Un individuo con gorra orejera -las orejeras remangadas-, y zapatos de rejilla se para, lo mira con descaro unos segundos:

                -Mucho corréis vosotros.
                -¿Perdone? -responde acezando.
                -Más ando yo.
                -¿Qué?
                -Muchos días me voy andando a Suellacabras y a Los Rábanos.
                -Ya.
                - Campo a través. Un día me pararon los guardias.
                -¡Vaya!
                -No sé pa qué corréis tanto. Yo sí que ando -y se va.

                El reloj inteligente mide los latidos irregulares del  runner y no sabe cómo interpretarlos. No está programado para gestionar el desconcierto.

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