El
turista parpadeó, incrédulo, temiendo haber sido víctima de una alucinación
visual, quizá de una regresión temporal a los años cuarenta del pasado siglo. Pero no era epiléptico,
no había consumido psicotrópicos y no tenía razón para dudar de sus sentidos.
Por si acaso, disparó su cámara. Y así quedó registrado el fenómeno.
En
la muy docta ciudad de Salamanca -800 años de Universidad a sus espaldas-, donde
se supone que se rinde culto a la Verdad, la Diputación Provincial -que representa
a todos los ciudadanos de la provincia- mantiene en el buen estado que puede
comprobarse - tanto que uno diría que la lápida es reciente- este recordatorio
de que en el antiguo palacio episcopal
residió el "Caudillo" y
desde aquí dirigió "nuestra cruzada". Ni siquiera las comillas nos
salvan de la indignación.
¿En
nombre de quién la Diputación considera "caudillo" a un militar
rebelde contra el régimen que debía defender? ¿En nombre de quién y con qué
derecho utiliza el posesivo "nuestra"? ¿"Nuestra" de quién?
Y para rematar, sobre un edificio que fue de uso eclesiástico, se permite la bellaquería de considerar "Cruzada" a una sangrienta guerra de
exterminio contra quien pensaba y sentía distinto. ¿Quién redactó esta frase
que condensa una visión tan siniestra, tan sectaria de nuestra historia? ¿Cómo nadie ha reparado semejante desafuero?
El
turista, hombre poco dado a extremismos, que no se niega a que queden rastros públicos de los
trances más amargos de nuestro pasado común con tal de que no signifiquen
homenaje a los liberticidas, no cabe en sí de rabia y no comprende cómo tan evidente santificación de la barbarie puede conservarse hasta hoy. Propone,
por ello, una redacción alternativa, aséptica, factual, como de historiador británico: "Desde este palacio episcopal el general Franco
dirigió la guerra contra la 2ª República española". Quede el análisis de
estos hechos a la libre conciencia de quien la lea. Y guárdese la placa actual
en algún museo provinciano, en la sección dedicada a la infamia, con una explicación sobre el poder tergiversador de
las palabras.
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