sábado, 8 de diciembre de 2018

UBI BENE...






En la casa de campo de un afamado escritor -allá, en Tierras Altas- esta lápida con una inscripción latina atribuida a Cicerón (Ubi bene, ibi patria: Donde uno se encuentra bien, allí está su patria) recibe al curioso viajero. Parece una frase sabia y alejada de cualquier grandilocuencia patriótica, que mal se corresponde con las simpatías políticas expresadas últimamente por el propietario, quien siempre -hasta sus últimas veleidades ultramontanas- había hecho alarde de apátrida, ácrata bohemio, viajero trotamundos y pecador en todos los idiomas conocidos.

Si uno se fija bien, una mano traviesa o quizá el desgaste burlón del tiempo han borrado parte del trazo de la B y la han convertido en una P.  Ubi pene, ibi patria. No parece que al escritor -siempre preocupado por el vigor de la masculinidad hasta el punto de comercializar un elixir afrodisiaco- le haya molestado el cambio. A pesar de que el resultado haya sido una expresión en latín macarrónico y una sentencia falocéntrica, es posible que secretamente se haya regocijado con el feliz hallazgo que agranda su leyenda y por ello no muestre intención de reparar el pequeño sabotaje.

También la T ha sufrido un ataque, generando la palabra Paria. Esta última versión abre a su vez prolíficas resonancias que dejamos a la imaginación del lector: Ubi pene, ibi paria.

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