Lavanda, espliego, alhucema.
Tres bellos nombres para una misma planta -dejamos para los botánicos establecer pequeñas diferencias entre ellas, irrelevantes para nosotros-. Tres maneras de reconocerla, de intentar extraer su perfume (lavanda), la delicada estructura de esa espiguilla de flores (espliego), las resonancias árabes de una palabra cuyo sonido es dulce caligrafía musical (alhucema). Tres orígenes: francés, latín, árabe. Cada una de las tres palabra incorpora sus propios matices y sugerencias: más sofisticada la lavanda, campesino el espliego, exóticamente oriental la alhucema.
La ley de economía del lenguaje no sirve aquí. Nunca está de más nombrar con abundancia lo hermoso.
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