domingo, 9 de septiembre de 2018

PATÉTICA POÉTICA



Es Virgilio Arancón (no me acostumbraré jamás al 'era', en pretérito imperfecto, a pesar de su reciente ingreso en el mundo de los sin pulso), es, me reitero, Virgilio Arancón uno de nuestros complementarios preferidos. Poeta trasnochador y trasnochado, engullido por el implacable hastío cotidiano de las ciudades pequeñas, dolorosamente consciente de sus límites, completó un solo poemario -felizmente, nos puntualizaría- inédito. Lo que de él recordamos  pertenece a la oralidad de sus verborreicos desvaríos de altas horas y no podemos dar fe de la exacta literalidad de estas citas. Solo la tozuda reiteración característica de la ebriedad las ha salvado del olvido:

-Igual que Celan, yo soy poeta porque alumbro hacia atrás, espeleólogo que abre camino a trompicones en la oscura cueva con la lámpara frontal en el occipucio.
 
-Nunca podré escapar a esta pregunta aniquiladora: ¿Cuál es el verdadero oficio del poeta: cifrar el mundo o descifrarlo?


-El veneno de la poesía solo tiene un antídoto: el silencio.

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