domingo, 5 de agosto de 2018

PECOREAR









     Con su floración explosiva, el tilo se ha convertido en una factoría rumorosa, un telar del siglo XIX, una maquiladora en la frontera mejicana. Así sonaba antes el trabajo en las fábricas, como este bordoneo febril de las abejas, avispas y abejorros acaparando néctar.

     Pecorear. Me he hecho con esta palabra hace poco y no sin cierto reparo. Procedente de un término latino ('pécora', plural neutro de 'pecus' -cabeza de ganado, res-, que en castellano hemos adoptado como si fuera singular), las connotaciones que despertaba en mí ("¡Eres una mala pécora!" y otras expresiones semejantes inaceptables desde los actuales códigos de corrección lingüística) me hacían mirarla con recelo. Y es verdad que a 'pecorear' le ha llegado algo de este valor despectivo, pues significa también 'Hurtar o robar ganado' -oficio de cuatreros- y 'Saquear' -triste costumbre de soldados en desbandada-. ¿Cómo equiparar el robo o la rapiña, con esta armoniosa labor organizada de las abejas? Las abejas pecorean, liban en las flores del tilo. ¡Tópica imagen bucólica!

     La doble cara de las palabras. Quedémonos con esta azucarada ocupación de los insectos y con la promesa de una miel -la miel de tilo- tan dulce como sedante, y desechemos sus otros significados.









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