sábado, 25 de agosto de 2018

GLADIOLO










La etimología no dejará de sorprendernos.

¿Qué tienen en común dos palabras tan aparentemente distantes como 'gladiolo' y 'gladiador'. Parecen hermanos empeñados en tomar caminos muy diferentes: una flor y un luchador. Delicadeza, belleza, lozanía, por un lado; ferocidad, rudeza, muerte, por el otro. Comparten madre, origen: la palabra latina 'gladius' que significa 'espada', un arma que probablemente adoptaron los romanos de sus enemigos celtíberos. Debió de ser la forma de las hojas de la planta lo que llevó a algún naturalista antiguo a bautizarla con ese nombre diminutivo que aparta lo hiriente: 'gladiolus', espadita.

"En el aire se batían/ las espadas de los lirios", escribe Lorca en su Romance de la casada infiel, metaforizando en este caso otra planta bulbosa de cierto parecido con el gladiolo. A veces los poetas saben sin saber. Si para el Conde de Lautréamont la belleza se define como "el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección", la imagen de un gladiador enfrentándose a su enemigo blandiendo un vara florida de gladiolo tampoco deja de ser peregrina.

Hay un genio escondido en el país de las palabras que disfruta jugando con ellas, creando extraños vínculos donde duerme la semilla de la poesía.

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