-Ahora imagina unas personas
delante de una pantalla. Se encuentran así desde su niñez, sujetos por cadenas
invisibles que los inmovilizan, de tal manera que no pueden apartar su mirada
de ella y no ven más allá. Las únicas imágenes les vienen de esa pantalla y la
realidad, a su derecha y a su izquierda, delante y detrás de ellos, les resulta
invisible.
-Es esta una extraña escena y
unos extraños prisioneros.
-Se parecen a nosotros. Y ante
todo, ¿crees que en esta situación verán otra cosa de sí mismos y del mundo que
las sombras proyectadas en las pantallas?
-No, puesto que se ven forzados a
mantener la cabeza inmóvil.
-En resumen, ¿estos prisioneros
no atribuirán realidad más que a estas sombras?
-Es inevitable.
-Y si les arrebatáramos a viva
fuerza la pantalla y los llevamos por el sendero duro y escarpado de la
abstinencia digital, ¿esta violencia no provocaría sus quejas? Y lo que es peor
¿no tenderían a creer más real las sombras que veían y oían en sus ventanas electrónicas
que la realidad que transcurre ahora antes sus ojos?
-Sí, por Zeus.
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