sábado, 11 de agosto de 2018

EL ESTILITA





     Había pasado más de media vida en lo alto de su columna, contemplando el cielo de cerca, la tierra desde la altura, alimentándose del pan que le ofrecía el cuervo, bebiendo el agua que la escasa lluvia depositaba en el cuenco de su mano, modelando de mil formas el silencio, rechazando una a una las tentaciones del Maligno. Cuando se creyó preparado -la barba le colgaba como un río invertido-  sus discípulos lo ayudaron a bajar y se dirigió a la plaza pública para comunicar al mundo su Verdad.

     Algo inesperado sucedió entonces: se le había olvidado hablar.




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