Sobria, adusta, resistente, seria, opaca, impasible. Atenta solo a lo esencial, a su pervivencia en un entorno poco amable: suelos pobres, canículas, inviernos fríos. La moradora de las tierras difíciles. La colonizadora de las parameras. Es la última en abandonar. Después de ella, el erial. Esa es su leyenda.
¿Cómo esperar de ella un rapto de alegría, ese gesto de ternura que delata la debilidad o el deseo? Y sin embargo, aquí está, herida por la Primavera, sexuada, seductora, con sus hermosas inflorescencias colgantes, provocadora del apetito de la abeja, aguardando la fecundación. El emocionante anhelo de los seres callados. La bellísima sonrisa de una mujer tímida.
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