Su caso
debería estudiarse en todas las escuelas donde se preparan los futuros asesores
de imagen.
¿Cómo han conseguido apropiarse del relato, hacerlo suyo,
transformarlo en beneficio propio? El
otro día hubo una numerosa manifestación para reivindicarlos. Han conseguido
pasar de ser verdugos a víctimas, de provocar rechazo y miedo a suscitar piedad
y ternura. Y sin usar internet. Deberían
los políticos aprender de ellos, de su habilidad para hacer virar bruscamente
la opinión pública, para travestirse en su contrario.
Me refiero a los lobos,
sí, esas bestias malvadas de los cuentos infantiles. Ahora hay activistas que luchan por evitar su extinción,
aunque sea al precio del sacrificio de las pacíficas ovejas, y padres que reclaman en los
juzgados el derecho a poner de nombre a su hijo Lobo. Quizá llegue el día en
que en una acreditación, en una etiqueta de facebook, en la identificación
prendida en la ropa de los dependientes
de un supermercado leamos Lobo López -reponedor vegano-, Cucaracha Martínez -y no es una chica
rastrera-, Hiena Jiménez -y se ríe siempre sin malicia-, Tiburón Fernández -y
no es un depredador -, Buitre García -y no es asesor de fondos de alto riesgo-.
¿Por qué no? Ya hay muchas Palomas. Ese día habrán acabado de una vez
los prejuicios y nuestra profesión estará de más.
(Andreu Subirats, director de Com Som. Consultoría de reputación
personal e imagen corporativa.)
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