sábado, 22 de julio de 2017

EL PRIMERO











           En aquel campo descuidado, infestado de margaritas, que parecía sembrado con desgana (quizá con el único objetivo de cobrar la subvención), el curioso paseante escudriñaba desde el camino el momento en el que se abriera el primer cáliz verde para mostrar la hermosa corola amarilla. Siempre le había interesado  asistir a ese acto inaugural de la floración porque en él cifraba todo el enorme caudal de belleza, de fecundidad, de voluntarioso brío de la plantación entera.

            Un atardecer obtuvo lo que buscaba. Cuando se acercó para fotografiar la  novedad  se encontró un raro ejemplar con dos flores siamesas que le produjo el mismo desasosiego teratológico de un corderillo de dos cabezas recién salido del vientre de la madre. Se fijó en otro detalle: contrariamente a lo que su nombre sugiere, este girasol rebelde daba la espalda al astro rey que, a punto de ocultarse, se mostraba en todo su esplendor.


            Anotó en su cuaderno mental de naturalista ambas insolencias  y siguió su camino levemente desazonado por estos signos perturbadores.

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