La transparencia, Dios,
la transparencia. ( J.R.J.)
Siempre
la buscó. Era un poeta enamorado de la pureza. Dejó muy claras sus últimas
voluntades y el dinero para llevarlas a cabo. Lo que quedara del cuerpo que
había albergado su conciencia escrupulosa y clarividente debería alcanzar esa
perfección que se le resistía en los poemas. Diez mil euros les costó el capricho
a sus herederos. Pero algo falló. La luz atravesaba el fulgente diamante en que
se habían transformado sus cenizas y revelaba una sombra indiscreta y turbia,
de espurio metal, que a días parecía la
silueta de un cisne irónico y a días un signo de interrogación.
El
marcapasos, el fiel auxiliar de su corazón fatigado por un trabajo tan extenuante
en persecución de la esquiva belleza, encontró la manera de vengarse de él para
toda la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario