sábado, 30 de junio de 2018

DÍAS DE TOROS (II) DIÁLOGO EN LA SALA DE ESPERA









TORO 1: ¿Qué hacemos aquí?
TORO 2: Esperar.
TORO 1: Esperar ¿qué?
TORO 2: Eso me gustaría a mí saber.
TORO 3: Creo que nos han traído a una fiesta.
TORO 4: ¿Tú que dices, Enterao?
TORO 5: Mejor me callo.
TORO 1: Eso es que no lo sabes.
TORO 2: No sé por qué te pusieron ese nombre si eres tan ignorante como nosotros.
TORO 5: El toro es una pasión inútil, un ser para la muerte. El infierno son los otros.
TORO 4: Me he quedado como estaba.
TORO 2: Explícate mejor.
TORO 5: ¿Queréis saber la verdad?
TORO 3: Solo la cantidad de verdad que seamos capaces de resistir.
TORO 2: No. Toda la verdad.
TORO 5: Está bien. Vosotros lo habéis querido.


                                                                                               (Continuará...)

miércoles, 27 de junio de 2018

DÍAS DE TOROS (I) REJONEO









   La calma del subalterno.







                                                      Peinándolo para la fiesta.






                       La mirada triste del que llevará la Muerte en su silla sobre el lomo.

lunes, 25 de junio de 2018

ES LO QUE HAY





           He aquí una de esas frases que han hecho fortuna y que se convierten en lema, en síntesis exacta del espíritu de una época. A poco que la analicemos  se nos revela como una afirmación ontológica con reminiscencias del poema de Parménides; clara demostración -dirán algunos nostálgicos profesores de Filosofía- de que la metafísica ha vuelto. Sin perdernos en las profundidades vertiginosas del ser, ateniéndonos al uso corriente de esta expresión, hemos de considerarla una afirmación irrebatible cargada de intención disuasoria. Si te la dice tu empleador prepárate para vértelas con un contrato basura, si eres tú el que la pronuncia acabas de reconocer que lo has aceptado a sabiendas de su precariedad.

            Es lo que hay: proclamación de grosero realismo alejado de cualquier utopía. Es lo que hay: más que conformidad, amarga resignación. Es lo que hay: cínica imposición de una injusticia amparada en la necesidad. Es lo que hay: amarga constatación de que la  dura realidad se ha impuesto a los deseos. Es lo que hay: un trágala fatal, tautológico reconocimiento de nuestra frustración.

            Lo que más duele es escucharla tantas veces en boca de los jóvenes.

viernes, 22 de junio de 2018

PÁMPANOS









     Hay palabras que mantienen incólume todo su olor y su sabor, milagrosamente a salvo del inexorable desgaste del tiempo. Suele tratarse de palabras olvidadas, poco frecuentes, que de golpe vuelven a nosotros y traen con ellas no solo significado sino también la evocación intacta, el rescate feliz de momentos irrepetibles, de un pasado hecho añoranza. No las habíamos vuelto a oír desde la infancia y son capaces, por su energía interior, de transportarnos.




     Algo de esto me ocurre con la palabra 'pámpanos'. Durante mis primeros años, ignorando que se trataba de un  localismo de uso bastante restringido, lo referíamos, de manera unívoca, a esos racimos de flores blancas con una pincelada amarilla de polen en el interior de la corola, que colgaban, al final de la primavera, de las ramas de las acacias. Cuando supe más -pero no mejor-, descubrí que para el diccionario 'pámpanos' son los sarmientos jóvenes de la vid, los que adornan la cabeza de Dionisos. También aprendí que en otros lugares los llamaban 'pan y quesillos' y que no éramos los únicos niños del mundo -en una época en que no había demasiada oferta ni capacidad económica para adquirir "chuches"- que los comíamos con delectación. Para más decepción, las acacias, ese árbol heroico, hoy bastante desdeñado, que nos libraba del calor feroz de los veranos, que nos enseñó la verdad traicionera de las espinas, que nos permitía jugar a arrancar sus hojuelas en serie, que sobrevivía a la sequía y a los terrenos pedregosos con una tenacidad admirable, las acacias, nuestras acacias, uno de los árboles tutelares, son falsas; pseudoacacias, las catalogan los botánicos.






     En este caso, y sin que sirva de precedente, he decidido negarme a la corrección idiomática. Mis pámpanos serán siempre esas flores fragantes y sabrosas, dulces y cándidas, precursoras de la miel, cuyo sabor y  perfume permanecerán asociados a uno de los momentos más felices del año: esos días de comienzos de junio cuando el verano es una promesa muy grande y reluciente hecha de muchas pequeñas promesas de libertad, de juego, de aventura, de días largos sin escuela, de noches tibias donde se juega al escondite, de eras de pan trillar, de siestas amenizadas por la zarabanda de las moscas. Y las acacias, mis acacias, nunca serán falsas, siempre serán auténticas. Tan auténticas y tan reales como lo es todo en la infancia, digan lo que digan los académicos y los botánicos.


miércoles, 20 de junio de 2018

DÍA DEL REFUGIADO


Para sumarnos al DÍA DEL REFUGIADO, este poema de urgencia. Su título hace referencia a la etiqueta creada por el Ministro de Interior italiano para sus mensajes de Twitter en referencia a la crisis del Aquarius.









#chiudiamoiporti


"Lejos de aquí ese barco"
ordenaba el ministro, apoltronado
en su pulcro despacho.
"No voy a permitir que toque nuestras costas
con su tóxica carga de infortunio,
que atraque en nuestros puertos
y esparza sobre el muelle su peligrosa estiba
de sueños corrompidos. No voy a consentir
que se cruce su rumbo con la estela lujosa
que dejan los cruceros, los yates de placer,
los jóvenes surfistas.
A bordo de ese buque viajan los tres jinetes
oscuros del apocalipsis:
el Hambre, la Muerte y la Guerra.
(Del cuarto, la Esperanza,
no se tienen noticias).
No os dejéis engañar
por su místico nombre de new age,
por la debilidad
que algunos denominan compasión.
El Aquarius transporta mercancía nociva
para nuestro futuro.
Más de seiscientos náufragos
se hacinan en cubierta, con sarna, con heridas,
quemados por el sol, con la sed invencible
de quien bebe del agua salobre del exilio.
Más de seiscientos cuerpos que sudan y que huelen,
-¡imaginaos el tufo!-
que lloran y que sufren, que llevan en la piel
el tatuaje imborrable de los golpes de porra,
de la sed del desierto, de la desesperanza
y de las violaciones.
Con sus historias tristes que contaminarán
la pureza del aire que todos respiramos.
Y eso no es lo peor:
Once niños pequeños, ciento veinte menores
que viajan sin sus padres
-¡qué padres sin entrañas!-
y siete embarazadas
-¡qué madres inconscientes!-:
insoportable carga para este estado nuestro
feliz del bienestar. Tanto alijo de espanto
no cabe en nuestra tierra saturada
por la lenta invasión de los desheredados.
El pueblo me ha elegido para limpiar la patria
de residuos malignos y para protegeros
del nefasto contagio de la desgracia ajena.
Dejemos que el Aquarius navegue haciendo círculos
en ese mar de nadie
hasta que el sabio olvido lo vuelva indetectable.
Pero que nadie crea
que somos tan crueles:
acabo de ordenar el suministro
de agua mineral y refrigerios,
de papillas y dátiles,
-¡cuidado con algunas nectarinas:
 podrían estar podridas!-
de nancis y balones
para los más pequeños."
Y el ministro sonríe satisfecho
como la boa constrictor
que acaba de engullirse un corderito.
"¡Victoria, Victoria!", tuiteó al fin
a la hora de la siesta:
"España se hará cargo,
España los acoge:
a otros con ese muerto.
Objetivo cumplido."


martes, 19 de junio de 2018

AFORISMOS




          No es la primera vez que hacemos comparecer aquí a Mateo Ortiz, llamado por sus escasos amigos "el hombre más triste de Europa Occidental", quien tuvo la suerte o la desgracia de leer a Schopenhauer, a Kierkegaard y a Cioran en su adolescencia y primera juventud, cuando los libros nos marcan como el hierro candente a los animales que son propiedad de alguien. Quizá por ello, sus escasos pensamientos tienden siempre a una melancolía neblinosa, existencial, como de país con pocas horas de sol (algo paradójicamente compatible con el hecho de haber elegido Almería como lugar de retiro). Transcribimos aquí cuatro  de sus aforismos:

              "Somos poco más que un grumo, un coágulo de conciencia dolorida en medio de la infinita oscuridad del cosmos. Y la mejor conjetura sobre nuestro porvenir es la de  disolvernos dulcemente en esa noche primigenia, como un terrón de azúcar en agua templada."

              "¡Cómo envidio al alpinista que acaba de coronar la cima más inaccesible! Así quisiera yo vivir cada segundo, en vilo sobre un vértice, sobre la cumbre misma del éxtasis."

               "¿Por qué esa manía de que vivamos relajados? Solo en su óptima tensión vibra la cuerda."

                "El río del Odio tiene demasiados afluentes."

sábado, 16 de junio de 2018

DESPUÉS DEL VENDAVAL






¿Seguirá el pino creciendo hacia abajo, invertida su natural inclinación hacia la luz?



jueves, 14 de junio de 2018

RIO RAZÓN









     Hay topónimos que parecen metáforas. Llamar Razón a un río tiene algo de filosofía presocrática, algo de voluntarismo ilustrado, un poco de enfática poesía.

     El río Razón recorre una rápida trayectoria antes de desembocar en el Tera que a su vez enseguida se entrega al Duero. Sus aguas son, en buena medida, nieve regalada de la Sierra de Cebollera. Aguas limpias, transparentes, que no tienen tiempo de ensuciarse. En su corta vida fluye de modos diferentes, se remansa a veces, se acelera con pequeños saltos, alberga truchas, consiente que lo conviertan en piscina natural y que los abedules y las hayas se miren en él. Un río de razonable belleza, que conoce la brevedad de su destino y no le importa. Riega y embellece el Valle, una comarca donde solían pacer vacas y por donde ahora planea el fantasma de la despoblación. A sus orillas se alza una ermita sin eremita. No hay constancia de si sus escasos ribereños destacan por su sensatez. 

   Así debería fluir la razón por nuestra tierra: limpia, hermosa, fecunda.









lunes, 11 de junio de 2018

EL TIEMPO, GRAN ESCULTOR









     En el crucero de la ermita, el Cristo, a la dolorosa imagen de la crucifixión, suma el martirio de una mutilación sobrevenida. Ha perdido las dos piernas y un brazo y si lo miramos con la implacable lógica terrenal, tememos que en cualquier momento se desequilibre, vencido hacia un lado, o que el clavo  de su mano izquierda no aguante el peso y caiga a tierra. Desazona también la posibilidad de una resurrección en estas circunstancias, convertido en inválido limosnero a la puerta de su propia iglesia. Sin rostro, sin rasgos de sufrimiento, la escultura parece reclamar su vuelta a la indefinición de la materia de donde el escultor la rescató o -en otro sentido- la obligó a apartarse.

     ¿Qué o quién es el responsable de esta salvaje amputación? ¿La acción combinada del hielo, el viento y la lluvia?  ¿Un acto vandálico? ¿La lepra de los líquenes? ¿La furia anticlerical de los años treinta? ¿La desafección religiosa aliada con el mal de la piedra? ¿O, simplemente, el Tiempo, ese gran escultor del que hablaba Margarita Yourcenar?

     Sea como sea, el primitivismo de la escultura, el doble patetismo de su estado actual, el abandono de la comarca, la belleza de las montañas al fondo... todo confluye para crear el escenario de una melancolía trascendente, para una meditación tranquila sobre la lenta erosión de las creencias.





viernes, 8 de junio de 2018

CAMARERA (II)



Era tímida, muy tímida, al menos con las palabras.  Se le daba mal mantener una breve conversación. El miedo a hacer el ridículo le anudaba la garganta y la hacía tartamudear. A veces le gustaría haber nacido muda para no verse obligada a hablar. Aprendería el lenguaje de signos, dibujaría en un papel: eso le resultaba mucho más fácil. De hecho en la cafetería la consideraban una artista: con la espuma de la leche hacía sobre el café espirales, flores, cisnes, un delfín, una bailarina; hasta se atrevió con alguna caricatura.

Él era un cliente habitual y apenas la miraba. Quizá era tímido también, uno de esos tímidos de mirada tan hermosa como abatida. Ella se hubiera atrevido a dibujar en su taza un corazón. Quizá le hubiera temblado un poco la jarrita de la leche en la mano y no le hubiera salido tan bien como de costumbre.

Pero, para su desgracia, él siempre pedía lo mismo: un café solo.

martes, 5 de junio de 2018

LA NIEVE, TODAVÍA




Mientras al otro lado del mundo las montañas jóvenes arrojan fuego de sus entrañas, en nuestra tierra las cumbres viejas y apagadas de Cebollera aún se dejan seducir -sin importarle que sea junio- por la fría caricia de la nieve. Aunque en la segunda de las fotos las nubes crean casi la ficción del humo. Como dice la canción: "Soñé que la nieve ardía..."






domingo, 3 de junio de 2018

HATER








Entre la turbamulta de crudos anglicismos que nos asedian, campa a sus anchas una tropilla cada vez más nutrida de términos relacionados con esa tupidísima tela de araña conocida como redes sociales y a los que nadie parece buscar un sustituto adecuado. Palabras como influencer, hastag, trending topic, like, post, blog, link, tuitero, follower o youtuber son frecuentes entre los usuarios habituales del medio. 

Mi elegida hoy es 'hater', que la castellana pronunciación, poco amiga de las consonantes sutiles, intermedias y aspiradas, convierte directamente en 'jeiter'. Dejo de lado nuestras proverbiales vagancia e infantil bobería por no traducir este vocablo por el posible neologismo odiador, que se entiende perfectamente; me centro en el hecho mismo de que haya aparecido con tanta fuerza esta categoría de individuos en la selva de internet. Muchos alardean de ello, forman una comunidad y casi se han profesionalizado. Cualquier noticia, personaje, suceso, marca comercial, conflicto político o social es la diana de sus dardos envenenados. Da igual, allí donde se abre la ventana para opinar, en cuanto se da la oportunidad, siempre aparece un odiador con el hacha verbal levantada, a veces disfrazada de humor negro, otras manchada de cinismo, casi siempre de zafiedad, ultraje, crueldad gratuita, ansia destructiva. Son legión y la violencia de sus comentarios deja un regusto amargo en el lector, porque alimenta la sospecha de que algo no funciona bien en la naturaleza del ser humano.

Parece ser que odiar y amar son dos capacidades emparejadas que traemos de serie y que se alimentan de un mismo combustible: nuestra emocionalidad apasionada. No quisiera yo despachar, sin más, al odio de nuestra existencia: supongo que algún papel habrá jugado en nuestro proceso evolutivo y que no puede eliminarse de un plumazo, pero sí encauzarse adecuadamente. En cierta medida, hay odios magníficos, casi admirables, como aquel "odio africano" que según nuestra enciclopedia infantil un general cartaginés profesaba desde su infancia contra los romanos. Pero es que este odio de los "haters" resulta postizo, facilón, inconsecuente. Remite a pobreza de espíritu, hostilidad insensata, amargura existencial difusa que se paga con los demás, cobardía amparada en la falsa impunidad de las redes, fanatismo, envidia y otras emociones igualmente negativas.

Definitivamente, odio a los odiadores. Me he convertido en uno de ellos.