viernes, 26 de mayo de 2017

ATTILA JÓSZEF ( y II)

     Marcado desde el origen con el hierro candente del infortunio, la suerte fue tan cruelmente pródiga en desgracias para con este poeta húngaro que resulta fácil imaginarle un epílogo. Toda su vida -su breve vida- coleccionándolas, acumulando motivos para sentirse, con razón, perseguido por la fatalidad. Una niñez de huérfano que parece sacada de un relato de Dickens, un país -Hungría- amputado y comatoso tras la Gran Guerra, una inteligencia privilegiada -extraño privilegio el de la lucidez-  y una sensibilidad febril agudizada por su frágil psiquismo, sueños revolucionarios frustrados, fracasos amorosos encadenados... El tren que destrozó su cuerpo cerca del lago Balaton sabía lo que hacía: una obra de misericordia. Ese tren lo estaba esperando desde antiguo, desde aquella otra vez en que  Attila se acostó sobre los raíles, ansioso de conciliar el sueño eterno, y el tren no llegaba: otro suicida se le había adelantado. El poeta, desde ese momento, pensó que su existencia era el regalo provisional de un hermano en la desesperanza, un préstamo que más pronto que tarde habría de cancelar.

     En sus poemas conviven con deslumbrante facilidad la música de la poesía tradicional húngara, el surrealismo, la pasión amorosa de un eterno adolescente y la voz proletaria de quien ha hecho de Marx el nuevo evangelista.


     La mañana que visité la tumba, los castaños de Indias reventaban de flores. Sobre la modesta lápida, compartida con sus familiares en el plácido cementerio Kerepesi de  Budapest, una hormiga -encarnación ciega y desnortada de la posteridad- trataba inútilmente con las patas de leer su nombre.






"Mi corazón sentado en la rama de la nada
 su pequeño cuerpo estremece silencioso."
                               
***

"No tengo Dios, no tengo rey,
 mi madre nunca usó anillo,
 no tengo choza ni lugar donde morir,
no doy besos, no tengo amante.
Durante tres días mastiqué mi pulgar
por falta de un mendrugo de pan.
 Aunque tengo veinte años y soy fuerte y sano,
mis veinte años están en venta."

***

"La opresión, como una bandada de buitres,
convierte en carroña los corazones;  
y la miseria se escurre por todo el globo,
como saliva por el rostro de un idiota."
                               
***



Para saber más:

Attila Jószef, o una lucidez desesperada, por Rafael Ojeda

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