domingo, 2 de abril de 2023

DEDAL

 



Ahora que el pulso aquejado de un leve temblor y la vista fatigada me dificultan enhebrar una aguja, recuerdo a mi madre y antes a mi abuela, repitiendo el gesto de mojar la punta del hilo en la boca para favorecer esa habilidad evangélica de pasarlo por el ojo, practicando los verbos de una época austera (coser, zurcir, remendar, bordar...) y reconozco su sabiduría al usar el dedal, que no evita los grandes pinchazos de la vida, pero sí los alfilerazos cotidianos. Siempre me ha llamado la atención su diseño, su superficie plagada de hoyuelos como si hubiera sufrido desde la cuna la tortura de una aguja y supiera de qué habla y hubiera cargado preventivamente con los picotazos ajenos. Y su capacidad, la medida exacta de esa copita de anisete un poco clandestina, un poco culpable del ama de casa que endulza los sinsabores de una existencia anodina.

Es lo que tiene cumplir años, que las cosas dejan de ser mudas y nos hablan con la voz susurrada de los recuerdos, de la añoranza y de las viejas consejas.

Como corresponde a este Palabrario no olvidamos la etimología y nos encontramos con este significativo hallazgo: dedal tiene exactamente la misma etimología que digital.  Lo más tradicional y lo más contemporáneo unidos por su origen (‘digitus’, dedo, en latín).

Quizá ha llegado el tiempo de reivindicar los objetos más simples, los que nos ayudan sin exigir atención constante, los que nos protegen, hijos de la tecnología de un tiempo menos arrogante, menos empapado de una idea devastadora de progreso.





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