Conozco tan bien tu rostro
que no necesito verlo,
mas no me niegues tu mano
y al mismo paso marchemos.
El fotógrafo es pudoroso, no le agrada ser intruso en vidas ajenas. Pero no ha sabido resistirse al encanto y la armonía que emana de esta instantánea captada al azar. Esta mujer y este hombre parecen haber encontrado el secreto de dos corazones que laten acompasados. Hay una simetría conmovedora que enlaza el color del pelo, la inclinación de los hombros bajo el peso dulce de la edad, la sincronía de los pasos, el desvalimiento de la mano de él prendida del brazo de ella... Algo que solo nos es regalado tras muchos años de un amor verdadero, ese que se fortalece en la adversidad.
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