—Discreción,
moderación, sensatez, lealtad, honestidad, coherencia, prudencia, bonhomía,
sinceridad, parsimonia, modestia, integridad, madurez, formalidad, nobleza, verdad,
firmeza, naturalidad, observancia, empatía, seriedad, urbanidad, respeto, cortesía,
sutileza, delicadeza, experiencia, humildad, veteranía, sosiego...
—-¿Qué extraña letanía
recitas, amigo?
—Una letanía de virtudes.
—¿Cardinales o
teologales?
—Ni unas ni otras.
Virtudes anticuadas, virtudes que, al parecer, han dejado de serlo, atributos
que impiden el éxito en nuestros días, ya sea en la empresa, la política, el
deporte, el arte o la vida cotidiana. Defectos que conducen al fracaso. No
tienes más que fijarte en la publicidad. Se llevan el descaro, la arrogancia,
la insensatez, la transgresión, la canallada, la bellaquería, la liquidez, la desenvoltura, el
transfugismo, la apariencia, la temeridad, la velocidad, el inconformismo, la agresividad, la
ficción y otros subproductos de una sociedad que parece anclada en una
adolescencia interminable.
—Moralista te veo,
amigo Mateo.
—Tu candidez sea
conmigo, Luciano amigo.
(Amable forcejeo
dialéctico entre Mateo Ortiz y Luciano Pacheco, provocado por la lectura
matutina del periódico)
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