Éramos jóvenes.
Aquella primavera del 74 fue más Primavera que nunca, reventona de
claveles en la bocacha de los fusiles. De Portugal irradiaba una luz de libertad
y fraternidad. Entonces no sabíamos que la Revolución acaba por devorarse a sí
misma o languidece hasta no reconocerse
o cae en manos de los cínicos.
Entonces no necesitábamos saber. Teníamos suficiente con soñar.
Éramos muy jóvenes.
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