Primera luz de la mañana,
tan limpia, tan entera.
Lávate en ella,
disfrútala en los ojos,
deja que te acaricie
la piel entumecida.
Entrégate a sus deseos,
al don de su diáfana existencia.
Antes de que el rocío se evapore
en los pétalos dormidos de la rosa
ponte en pie. Y agradece.
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