De siempre, o al menos desde que Shakespeare los consagró como personajes literarios en Hamlet, los sepultureros han tenido fama de filósofos. No sabemos si el que ha escrito la palabra NADA en este nicho vacío es un licenciado en Filosofía de la escuela materialista -lo que no se puede descartar en estos tiempos de trabajos precarios y sobrecualificación-, alguien sin especial formación pero con agudo sentido de la náusea existencial o un aficionado al humor negro. En cualquier caso, el abismo metafísico que evoca esta palabra lapidaria grabada con mayúsculas sobre el cemento reciente del columbario se carga en estas fechas de una especial melancolía.
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