A Afrodisio Cabal esa
insistencia casi universal en el Carpe
diem, en vivir solo en el presente, que es el remedio que libros de autoayuda y
vendedores de felicidad prescriben como panacea contra el malestar de vivir, se
le antoja, aparte de imposible, un empeño pueril y animal, porque amputa la triple dimensión
temporal del ser humano:
-Además de en el
presente -inestable-, el hombre vive en el pasado -porque añora y recuerda- y en el futuro -porque teme, sueña, se
ilusiona, espera-. ¿Qué sería de nosotros sin memoria o sin imaginación? Confinar al hombre en un continuo presente es
limitarlo, empobrecerlo, sacrificar algo esencial en él, una fuente de dolor
pero también de energía psíquica y de hondura existencial, una parte
irrenunciable de nuestra naturaleza.
-No te hagas ilusiones, antigualla, con tu fastuosa teoría del hombre tridimensional. Un presente tan volátil que apenas existe, demasiado pasado a tus espaldas y nada de futuro -le chinchaba Aguado-. Eso es lo que tú tienes. Coge la rosa del presente, mírala mucho, huélela a fondo y déjate de elucubraciones.
-Habló el joven vividor que se abrió un plan de pensiones cuando tenía treinta años...
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