martes, 15 de octubre de 2019

¡ZASCA!




Esta exclamación, probablemente de origen onomatopéyico (a partir de ¡zas!) para imitar el sonido seco de un golpe, ha perdido los signos de exclamación, se ha convertido en sustantivo (un zasca)  y ha adquirido mucha notoriedad en los últimos años dentro de la jerga de la comunicación por internet. Hablo hoy de ella porque para mí es una de esas palabras-síntoma que revelan alguna de las tendencias (dolencias, más bien) de nuestra época.

"Los mejores zascas del día", "Zasca brutal de Fulanito a Menganito", "Un zasca que la dejó sin palabras"... Expresiones de este estilo abundan en el periodismo digital y las redes sociales. Los internautas y espectadores disfrutan con los zascas, son el no va más del ingenio cortante (incluso hiriente), de la bofetada verbal, del navajazo dialéctico. En el ring mediático cuanta más sangre corra, más espectáculo y más seguidores. Hay verdaderos expertos en este arte de larga filiación hispánica: zaherir al prójimo, destrozarlo con palabras, parece formar parte intrínseca de nuestras habilidades lingüísticas y las redes sociales -como en tantos otros fenómenos- han potenciado hasta el infinito su divulgación.

Hemos sustituido la argumentación por el argumentario, la discusión por el diálogo de sordos (o de besugos), la objeción inteligente por el zasca. Así nos va.

Zasca (s.) Réplica cortante, rotunda y con frecuencia hiriente.


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