viernes, 29 de marzo de 2019

SEGURIDAD VIAL


             
           

          Afrodisio Cabal y Ángel Aguado no podían pasar el uno sin el otro, el uno con el otro. Eran dos imanes de  polos cambiantes. Su afición a la porfía los unía tanto como los volvía incompatibles. Gustaban de discutir sobre todo y no era difícil, para un observador neutral, advertir que, con cierta frecuencia y por el mero afán de llevar la contraria al rival, variaban una opinión que habían defendido con denuedo si la escuchaban en boca de su oponente. Por ello no es relevante decir quién sostiene qué.

        -El mundo sería más amable si se atuviera a la sencilla moraleja de esta alegoría circulatoria.

            -Tú dirás.

         -No habría choques ni accidentes si el camionero -el más fuerte- pensara en el automovilista; el automovilista en el motero y en el ciclista; y el ciclista o el patinador en el simple viandante.

            -¿Y en quién debería pensar el peatón?

         (Un instante de vacilación. No había una respuesta preparada. Pero el lapso dura poco:)

            -En la hormiga que se puede cruzar en su camino.

         -Ya. ¿Y por qué no lo planteamos todo a la inversa? No habría atropellos si la hormiga pensara en el peatón, este en el ciclista, el ciclista en el motero, etc., etc.

            -Porque mi propuesta consiste en aplicar la compasión para con el débil; la tuya en el miedo al poderoso. Amor frente a temor: yo gano.

             -¡Valiente código de circulación!

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