Si pierdo la memoria, ¡qué pureza! (P. Gimferrer)
Cuenta Oliver
Sacks en su obra Musicofilia que Cleve Wearing, músico y musicólogo, padeció una encefalitis que le dejó como secuela una amnesia muy severa. Su capacidad de memoria era de pocos segundos. Su mujer lo explicaba de una manera muy gráfica: con cada parpadeo se borraban sus recuerdos. Como un paño que le limpiaba la mente sin cesar; como el limpiaparabrisas que aparta las gotas de lluvia con cada pasada. Siempre estaba empezando de cero. O lo que es lo mismo: vivía y moría a cada
instante. No fabricaba nuevos recuerdos. No se acordaba de nada del pasado. No podía imaginar el futuro. Habitaba un presente absoluto. En comparación, las efímeras, esos insectos que apenas viven un día, gozan de vida casi eterna.
¿Condena o bendición?
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