Más dotado para la teoría que para la práctica poética,
gustaba Virgilio Arancón de trabajar sobre materiales ajenos, extrayendo de
ellos, mediante leves pero significativos cambios, nuevas vetas de lirismo o
inquietantes reflexiones. Le encantaba enmendarle la plana a los intocables. Es
lo que hizo con el comienzo de un conocido poema de Juan Ramón Jiménez:
Y yo me iré.
¿Y se quedarán los pájaros
cantando?
Y con otro poema de A. Machado:
Caminante, no hay destino
sino bromas del azar.
Caminante no hay destino,
vives de casualidad.
De casualidad vivimos
y al echar la vista atrás
todo lo que hemos vivido
se nos antoja irreal.
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