Los primeros síntomas de la enfermedad llamada otoño aparecen como una bella mutación: un rubor adolescente, esos colores carnales sobre la monotonía del verde. La parra virgen, de memoria tan frágil, lo vive ilusionada, como una primera vez. Parece desconocer la desnudez, el despojamiento que trae consigo la estación.
Cómo no citar las palabras de Rilke en su primera Elegía: "Lo hermoso no es más que el comienzo de lo terrible".
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